Hola Yishai:
Agradecemos tu irónica solidaridad aunque no sea el fruto de las ganas de participar en un debate, sino del ennui. Gracias también por haber indicado la oscura elipse con la que concluimos (demasiado rápidamente) la reseña de Resisting the Present –no fuiste el único en localizar este fallo estructural en la reseña:
"...Plantear a la resistencia como alternativa a la negatividad crítica es acertado, ya que vivimos bajo un estado de ocupación ideológica. ¿Cómo resistir? ¿Cómo defender lo común? El mercado del arte (que abarca bienales y ferias), está inundado de obras que operan bajo la misma fórmula que las expuestas en Resisting the Present. Ante esta sobreproducción de lo banal, el artista visual Miguel Ventura propuso un moratorio al que le hace eco Strike (2010) de Hito Steyerl."
A continuación, voy a desmenuzar las implicaciones de este párrafo:
Estamos de acuerdo con Gilles Deleuze en plantear a la resistencia como un modelo alternativo a la negatividad vanguardista o anarquista para el arte crítico y/o politizado. Como lo notamos al principio de la reseña (y se lo aclaramos a Juan Pablo Macías), Deleuze plantea a la resistencia como inminente ante la ocupación de la in-formación en las sociedades de control. La in-formación que caracteriza a las sociedades de control implica que los flujos de capital capturan al conocimiento, a lo sensible, al trabajo inmaterial y afectivo, etc. transformándolos en información, misma que moldea a los sujetos (in-formación). Estamos también ocupados por la InfoEsfera, que nos proporciona sobrecargas de información que causan patologías en el tejido social como la ansiedad (Bifo ha escrito mucho acerca de esto). Las fuerzas de poder son también una máquina de captura de lo común: la cultura, la tierra, el conocimiento, los recursos naturales.
Foucault escribió que las sociedades de control se caracterizan porque las relaciones de poder son inmanentes a todas las relaciones (procesos económicos, sexuales, de conocimiento), jugando un papel directamente productivo (de ahí que in-forman o moldean a los sujetos ‘cualquiera’, en vez de atribuirles identidades preestablecidas). La sociedad de control contrasta (y co-existe) con la sociedad disciplinaria, en la que las líneas de poder se extienden en el espacio social a través de las instituciones. Es decir, en las sociedades disciplinarias la ejecución de poder se organiza por medio de despliegues ideológicos, institucionales y corporales. La diferencia entre las sociedades de control y las disciplinarias es que en las primeras el poder no puede aislarse a un nivel distinto de la sociedad para retarse: las causas y las intenciones que informan y ordenan las relaciones de poder son inmanentes al campo de fuerzas. Como consecuencia, el espacio social está colmado por la infinita producción y modulación (“administración de los flujos de cuerpo, dinero y mercancías) por parte del Estado; lo que Foucault llamó “biopoder.” Foucault insistió que las instituciones ya no ocupan una posición principal como fuentes de poder, sino que son una máquina infinitamente programable que representa la consolidación (o el ensamblaje) de las estrategias del poder. Dentro de este panorama de ocupación ubicua del cuerpo, de lo sensible, de lo social, lo económico y de lo cultural y de la captura de lo común por parte de las fuerzas (neoliberales) de poder, caracterizadas por la movilidad, velocidad y flexibilidad, se propagan las pasiones tristes como la ansiedad, el cinismo, la ironía y el mantra del “no futuro.”
Deleuze planteaba al modelo de la resistencia francesa a la ocupación nazi como modo de acción contra la ocupación de la in-formación, con sus redes de apoyo y de acción invisibles e imperceptibles. Un ejemplo de resistencia más cercano es el de los palestinos a la ocupación israelí. Sin embargo, estamos en un momento histórico en el que lastimeramente, el modelo que se está siguiendo no es el de la resistencia palestina, sino el de la forma y estrategias de ocupación israelí de controlar, denigrar, humillar, desposeer, torturar, expulsar (…etc.) a los palestinos (de Zucotti a Tahrir, pasando por Santiago, Atenco, la Rocinha…). La indignación se queda corta, y la insurrección contra la más sofisticada forma de ocupación y de producción de consenso (a favor de los intereses del Ocupante) está configurándose imperceptiblemente, está por venir.
Para poder operar dentro del campo simbólico de producción de arte contemporáneo (el Artworld), los artistas deben asumir que la actual condición de producción del arte es el mercado. Este se considera como un campo simbólico autónomo de acción que puede trascenderse al infiltrarse en la vida cotidiana o en el tejido social. Sin embargo, este campo de producción está evidentemente configurado por relaciones de poder que moldean tanto a los sujetos que operan en él como a las mercancías que producen. La indignación se queda corta para los que creemos en el potencial de resistir del arte, y la insurrección contra la más sofisticada forma de ocupación está configurándose imperceptiblemente, está por venir.
La sociedad de control necesita hacerlo todo visible para controlarlo, moldearlo y para hacerlo consumible. El campo simbólico del arte contribuye activamente a alimentar las fuerzas de poder; y ante la actual sobre-producción de bienales, ferias, exposiciones, catálogos, finalmente celebramos el moratorio propuesto por Hito y por Miguel Ventura: dejar de producir o producir imperceptiblemente.
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