Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso
y las fauces del tiempo,
junto a huertos de sombras arrancadas,
hacemos lo que hacen los prisioneros,
lo que hacen los desempleados:
alimentamos la esperanza. […]
Mahmoud Darwish, Estado de sitio
(2002).
El
conflicto Israelí-Palestino representa a principios del Siglo XXI el paradigma
de la politización del perdón, de la humanitarización de conflictos étnicos, de
la instrumentalización de la cultura como herramienta de solución a conflictos,
para pacificar la violencia, restituir el tejido social, etc. Tanto Gaza como
Cisjordania, son laboratorios de tecnologías de guerra, de urbicidio
sistemático, de control de protestas y de seguridad, las cuales Israel exporta
al resto del mundo – incluyendo a México. México e Israel tienen en común un
récord de violaciones de derechos humanos que permanece impune; las de Israel incluyen
despojo, expulsión, opresión, bloqueo de víveres, medicinas y materia prima (a
Gaza), tiranía de la incertidumbre, saqueo de tierras y recursos vitales,
opresión psicológica, vigilancia, control continuo y limitaciones de
desplazamiento del pueblo palestino. La Nakba
(o catástrofe) de los palestinos no ocurrió en 1948 con la creación del estado
de Israel, sino que continúa. Aunado al interminable y fútil proceso de paz – el
equipo de negociaciones palestino renunció la semana pasada “por el aumento sin
precedentes de la colonización y opresión contra Palestina y el Pueblo
palestino” –, la impunidad israelí se debe a la excepcionalidad por la que
cabildea el estado de Israel a lo largo y ancho del mundo. Para hacer otra
analogía entre México e Israel, se pueden mencionar dos incidentes ocurridos
este mes, dignos de cualquier estado de apartheid: la expulsión de dos jóvenes
indígenas estudiantes de doctorado de una panadería francesa en San Cristóbal,
Chiapas – por confundirlas con méndigas – y el haber impedido que siete
indígenas oaxaqueños abordaran un vuelo nacional en Aeroméxico. Tomando estos
paralelismos en cuenta, tiene mucha lógica que el gobierno mexicano agasaje a
Israel como invitado especial de la Feria Internacional de Guadalajara. Además si consideramos que a una semana de inaugurar la Feria, Shimon Peres
encabezará una legión de (ochenta) representantes de corporaciones Israelíes
para un encuentro de negocios Israel-México en la Ciudad de México, la Feria se
revela descaradamente como parte de un engranaje diplomático dirigido a
reafirmar lazos entre ambos países. La visita de la delegación de empresarios
israelíes incluirá una audiencia con Enrique Peña Nieto y Carlos Slim, ante
quienes presentarán un rango de actividades y posibilidades de cooperación entre
las naciones y las compañías, entre ellas: en los campos de la seguridad,
internet, comunicación, sistemas bancarios, agua y energía. Con esta visita –
además de concretar lazos de negocios – Israel busca darse a conocer como un
país de tecnología, de emprendimiento, y mostrarse más allá del conflicto de
Oriente Medio. En este contexto, queda claro que el enfoque cultural juega un
papel importante. Para cultivar una imagen de país liberal y democrático, Israel
trata de mejorar y alimentar su imagen a través de eventos culturales.
Sin embargo, al contrario que en otras partes del
mundo, las protestas contra la presencia de Israel en la FIL – para denunciar
su destrucción paulatina de los palestinos, sus políticas expansionistas y
coloniales – han pasado casi desapercibidas. Por ejemplo, cuando en 2007 se
anunció que Israel iría a la Feria del Libro de Turín, surgió de inmediato una
ola de protestas en Italia, y muchas personalidades apoyaron el llamado al
boicot hecho por asociaciones árabes de escritores. En
la sección El correo ilustrado de la
Jornada apareció un fragmento de un comunicado titulado: “Sobre Israel como invitado especial en la
FIL de Guadalajara”. Los firmantes (en su mayoría académicos de México),
quisieron “destacar la necesidad de tener muy presente la historia del Estado
de Israel y el hecho de que su creación provocó la tragedia del pueblo
palestino, condenado al exilio”. Manifestaron el “deseo” que durante la Feria,
se tenga presente lo que ha ocurrido con el pueblo Palestino, evocan la
historia de la creación de Israel, sus orígenes sionistas, subrayan el
“carácter étnico y confesional”, de un estado “judío fundamentalista” que
formalmente se viste de democracia occidental. Los firmantes proponen una “paz
real” en manos de la sociedad civil – entre ellos los pensadores, escritores y
creadores. En resumen, en el comunicado le piden a México reconocer la
existencia de ambos estados, y que Palestina sea invitada a la FIL en 2015. El
planteamiento del conflicto armado, ocupación y continuo despojo como cuestión
de diálogo cultural en manos de la sociedad civil y a la “ética y moral
judías,” validando un evento de promoción y de propaganda del Estado de Israel
y obviando paralelismos con México, pasa por un mero gesto para aliviar
conciencias. El llamado al reconocimiento e inclusión de Palestina, tiene
cabida dentro de una concepción de cultura con potencial redentor. Estamos
viendo al mundo como está y sin embargo actuamos como si pudiéramos cambiarlo, a
sabiendas de que no es suficiente. Y sin embargo, la gran mayoría de letrados mexicanos,
siguiendo la línea oficial, optó por ignorar al conflicto de Medio Oriente que
Israel representa y sacar provecho de los encuentros, enlaces, contratos,
pláticas y demás atractivos que ofrece la FIL: esto es prueba de que valores
como la fe, compasión y esperanza, han sido sustituidos por pasiones tristes
como la apatía, el cinismo y la ironía. Por eso, la ‘cultura’ se ha convertido
en un conjunto de discursos que terminan siempre del lado del poder y el
capital; desde este campo, presionar para que ‘se haga lo correcto’, y ‘se diga
la verdad’, siguen obviando que el sistema está roto, que los procesos
políticos no están en manos de la gente sino en las de unos cuantos. Y aunque
por lo menos un pequeño sector de pensadores mexicanos emitió un comunicado que
no ha tenido mayor trascendencia, la clase política y financiera de Israel y
México que se reunirán antes de que comience la FIL (los representantes de los
intereses del 1%), ya no siente la necesidad de justificar lo que hacen para
generar ganancias (especular con las finanzas, devastar el medioambiente,
explotar la mano de obra precaria, precarizar condiciones de vida y de trabajo,
etc.). Tampoco están acostumbrados a hacer compromisos con sus lugares de
origen: pueden cambiarse de país (por medio del outsourcing o
desterritorialización) para tomar allí lo que quieren (mano de obra barata,
recursos energéticos, mercados emergentes, recursos vitales). Por eso, tenemos
una cultura dirigida por administradores y productores culturales que son parte
del engranaje compensatorio del despojo y devastación neoliberales. En este contexto, la cultura es el apéndice de una
cumbre de empresarios que representan intereses de la oligarquía con
trascendencia global.
¿Qué piden los palestinos? La lucha armada – derecho otorgado por la Declaración de los Derechos Humanos – ha sido sistemáticamente deslegitimizado tanto por Israel como por la comunidad internacional y hasta por los palestinos mismos: desde Mahmoud Abbas, la lucha palestina se ha enfocado en negociaciones y en la construcción de un estado palestino. Sin embargo, el movimiento nacionalista palestino está colapsado; atrapado en series de diálogos de paz inútiles y negociaciones eternas, los palestinos sólo han logrado la liberación de un puñado de prisioneros políticos. Mientras tanto, Israel continúa el despojo, anuncia la expansión masiva de asentamientos, amenaza con expulsar a unos 15 mil palestinos de sus hogares en Jerusalén, y sigue empeorando las condiciones de vida diaria de los palestinos. Actualmente, no existe plataforma política coherente alguna para movilizar a los palestinos ni se han imaginado actos de resistencia para socavar el orden que les oprime; la comunidad internacional se limita a ‘jalarle las orejas’ a Israel cuando anuncia la construcción de más asentamientos; la ONU organiza “Comisiones de investigación” que no llevan a ningún lado. Sin embargo, es muy claro lo que busca la lucha palestina: terminar la ocupación y colonización de las tierras árabes tomadas en junio de 1967 y desmantelar el muro; reconocer los derechos fundamentales de los ciudadanos árabes y palestinos de Israel para que obtengan igualdad; respetar, promover y proteger los derechos de los refugiados palestinos para que regresen a sus hogares y propiedades como lo estipula la resolución 194 de las Naciones Unidas; fundar un Estado palestino independiente con capital en Jerusalén del Este.
¿Acción visible? Desde su incepción en 2005, la Campaña BDS
(Boycott Divestment Sanctions Campagin o BDS) de llamado al boicot a Israel ha
servido como una herramienta para fortalecer la resistencia civil contra la
ocupación israelí; se dirige a compañías y productos israelíes, al igual que a
instituciones culturales y académicas en Israel, que contribuyen directamente a
mantener, defender y esconder la opresión de los palestinos. ¿Dónde está el
llamado a boicot en México? El tener como invitado a Israel en la Feria del
Libro es una política explícita de complicidad con la ocupación israelí: los
participantes son embajadores de Israel, los asistentes son colaboradores y
parte de la propaganda. Como lo dijo
Jehan Helou, presidente de la IBBY (International Board
of Books for Young People), Palestina en una carta a la directora de la FIL,
Guadalajara: tener a Israel como invitado de honor es premiar la ocupación,
colonización y opresión; es ayudar a un estado racista a limpiar sus crímenes
contra el pueblo palestino; Shimon Peres, el criminal de guerra, junto con su
delegación de empresarios constituyen “una página negra en la historia de la
cultura”.
Hacen
falta escritores y pensadores sin nada que perder como Aharon Shabtaï, Bertolt Brecht,
Louis Aragon, André Breton, Jean-Paul Curnier, Juan Goytisolo, Mahmoud Darwish,
Jean-Luc Godard…