lunes, 19 de abril de 2010

"POWER" cristalizado (O la arrogancia violenta del solipsista que actúa en base a sus readymade respuestas)


Carla Verea, Guardaespaldas guatemalteco (2007) de su serie "Guardaespaldas" (2003-2009)



Yoshua Okón, "Poli V"




Yoshua Okón, "Poli IV"





Yoshua Okón, "Poli I"








Foto en MACO (2010) de la reacción de un grupo de adolescentes a las imágenes de Carla Verea de su serie "Mis Guardaespaldas" (2003-2009)


¿Cuál es la relación entre la “seguridad” pública y privada, el contrato social, las relaciones de poder, la impunidad y auto-proclamarse como excepción – es decir, colocarse violentamente por encima de la autoridad? Estas imágenes son reveladoras de la construcción social de las formas de poder en tanto a que son puestas en escena de la lucha simbólica de poder basada en la violencia invisible y normalizada y de lo que la sustenta: el ejercicio del sadismo y la denigración corporal (su manifestación más extrema sería la coerción sexual).
Las tres imágenes de en medio son tomas fijas de tres de los nueve videos de la serie “Oríllese a la orilla” (1999-2000) del artista plástico Yoshua Okón. En Poli I, vemos al artista, cámara en mano, enfrentando a un policía intercambiando insultos. En la discusión tanto el artista como el policía luchan por colocarse simbólicamente con respecto a la ley. Los insultos del policía se basan en la diferencia en estatus social: “Pinches vagos arrogantes, hijos de la sociedad, la sociedad está harta de ustedes, de gente como ustedes, por eso nos va de la chingada. Sácate a chingar a tu madre; estás arriba de la ley, llégale de aquí, te voy a romper la madre… ¿Qué es lo que quieres? Vete a firmar al zoológico…” Okón le responde: “¿Porqué me ofende? Te voy a poner una demanda ¿porqué me ofende? Oiga yo no le ofendí, ¿porqué me quiere faltar el respeto? Le voy a poner una demanda mañana mismo…” Irónicamente, el policía que es el representante de la ley, busca colocarse por encima de ella para transgredirla en nombre del bien común: “la sociedad está harta de gente como ustedes, te voy a partir la madre.” A su vez, Okón, cuyo estatus de privilegio socioeconómico y racial hace que se encuentre simbólicamente por encima del representante de la ley, apela justamente a la ley para defenderse de las amenazas del policía. Poli V registra a un policía pagado por Okón para bailar (torpemente) y en Poli IV vemos a un policía demostrar sus habilidades de manejo de la macana intercaladas con gestos sobándose el sexo. Aquí la equivalencia simplista y facilona entre falo, macana y órgano sexual masculino como símbolos de poder son puestos en ridículo desfigurando a los responsables de la “seguridad pública” y “castrando” a la autoridad.
En un análisis sobre la serie “Oríllese a la orilla” se dijo que los videos documentan situaciones manipuladas para supuestamente mostrar “la fragilidad ética de los cuerpos de seguridad del Estado, el carácter de trabajador asalariado de los agentes del orden público y el hecho de que el policía no es el garante único del orden social.” Se dice que Okón no presenta la figura del policía como un “héroe, sino en situaciones denigrantes beneficiándose de los vicios del sistema.” Sin embargo, la demostración de la ineficiencia, irresponsabilidad y corruptibilidad de los cuerpos que representan la autoridad toma precisamente la forma de la violencia endémica que es necesaria para mantener intactas las relaciones de poder actuales. Supuestamente un ciudadano le debe respeto y obediencia a la autoridad; sin embargo, en México la construcción de la relación con la autoridad y con la ley se basa en un vínculo de violencia invisible y normalizada que hace que “hacer justicia” implique que uno de los términos realiza su poder acumulado no aplicando la ley sino situándose por encima de ella. La puesta en ridículo y la castración a la autoridad en los videos de Okón es precisamente la esencia de las relaciones de poder, demostrando que la falta de credibilidad de las instituciones (de seguridad, de gobierno, de justicia) no se debe a su negligencia, falta de interés, corrupción o a la redundancia de su burocracia (ése es el punto de vista de la clase poderosa), sino que la base de la autoridad (autoritaria) en México es violar la ley. Así, el colectivo se encuentra sometido a la figura impune (no-delito, no-castigo) del “quiebra ley” o del “chingón” (el narco, el político corrupto, el artista-contemporáneo-bad-boy), castrando a las figuras con autoridad simbólica cuyo deber es actuar en beneficio del bien común (simbólicamente o quitándoles credibilidad). De esta manera, la serie “Oríllese a la orilla” de Okón más que demostrar la ineficiencia de la autoridad, es un ejercicio puro de autoritarismo basado en la excepcionalidad por las diferencias de clase, de raza, de dinero y por la capacidad de encuadrar la imagen.
La foto de hasta abajo fue tomada en ZONA MACO, la feria de arte contemporáneo en México DF (Abril 2010) y muestra a un grupo de jovencitas “apreciando” imágenes de guardaespaldas apuntando su pistola hacia el espectador. Las fotos son de la fotógrafa Carla Verea y parte de la serie que inició en 2003: “(In)Seguridad. Tipos de guardaespaldas en América Latina” que consta de imágenes de más de 200 guardaespaldas en México, Guatemala y Colombia. El proyecto de Verea consiste en tipologizar al oficio de empleado de seguridad privada y documentar los signos de los distintos estratos sociales, niveles de entrenamiento y estrategias de seguridad de los guardaespaldas. El método de trabajo de la fotógrafa es acercarse a los empleadores y ganarse su confianza y así poder retratar a sus guardaespaldas. La serie refleja la ambigüedad del estatus de los guardaespaldas en la sociedad y la ambivalencia que se tiene ante las figuras de poder en tanto a que son castrables u objeto de burla (como en la serie de videos de Okón). La reacción de las adolescentes mirando las fotos de Verea es una mezcla de deleite, fantasía de protección, excitación y repulsión. El gesto de las adolescentes de tomarles fotos a las fotos reproduce la propia fascinación de Verea quien captura a sus “tipos” desde una posición clara de poder. De manera análoga a la fotografía judicial del siglo XIX, cuyo objetivo era documentar prisioneros para elucidar prototipos criminales (ver el estudio clásico de John Tagg, The Burden of Representation, 1988), la serie de Verea transforma a los guardaespaldas en objetos de visión taxonómicos (de territorio, características físicas, sociales, económicas y raciales) socavando su estatus como carne de cañón y “poder castrado,” ya que son meros atributos del poder de quien les paga (y les obliga a posar para Verea).
El poder funciona como atributo de las figuras que detentan el uso orgánico de los aparatos de poder (monarca, presidente) o de su articulación (policías, militares, guardaespaldas). Sin embargo, en estas imágenes hay un desplazamiento de los referentes concretos de poder hacia los artistas, quienes con estas piezas emulan las relaciones de poder preestablecidas (basadas en la desigualdad). La tarea estética de manipulación de poder para poner sus formas en evidencia se convierte más bien en el ejercicio del sadismo mezquino e impotente de quienes creen que poseen todas las respuestas. Haciendo un movimiento solipsista que pretende tener conocimiento del sistema, ponen más bien en escena un simulacro del sistema cargado del placer derivado del sadismo. La corrupción, impunidad e “in”seguridad que se denuncian como aberraciones o fallos de las formas de poder, se ciegan al hecho de que son componentes sistémicos del autoritarismo y de la violencia material que precisamente les hacen florecer, subrayando una y otra vez la ausencia de contrato social.

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