viernes, 5 de febrero de 2010

¡Mi país es un desastre!

Au lieu d'être une politique et une économie de guerre, le néo-fascisme est une entente mondiale pour la sécurité, pour la gestion d'une "paix" non moins terrible, avec organisation concertée de toutes les petites peurs, de toutes les petites angoisses qui font de nous autant de micro-fascistes, chargés d'étouffer chaque chose, chaque visage, chaque parole un peu forte, dans sa rue, son quartier, sa salle de cinéma ».
Gilles Deleuze, « Le Monde », 18 février 1977.

Lo que más me impresiona del México actual es la gran polarización social y económica, un fenómeno que se está dando también en otros países llamados “en vías de desarrollo.” La polarización se debe a la creencia en la necesidad de mantener vigente un modelo social que ha perdurado más de quinientos años. En realidad este modelo caducó desde hace mucho y además impidió que se dieran los cambios sociales necesarios para que México pudiera avanzar en lo económico, social e intelectual. Se trata del modelo colonial mexicano, perdura a pesar de las revoluciones y se basa simplemente en mantener a la sociedad dividida en dos: en servidores y a quien se le sirve.

Esta división es inseparable de la persistencia del racismo español heredado de la colonia y del alto porcentaje de población indígena y mestiza en proporción a la blanca en México. Esta división es el elemento clave para entender la actual sociedad mexicana. El estrato social que se mantuvo en el poder durante la colonia estableció una clase (de indígenas y negros) dedicada al servicio – bordeando en la esclavitud y el servilismo; esta división social no sólo perdura hasta nuestros días sino que se ha convertido en producto de exportación principalmente a Estados Unidos y a España.

El estrato de arriba del tejido social mexicano depende para su subsistencia del servicio doméstico proporcionado por la población pobre, aborigen y desterrada del campo. Ello hace que se mantengan los lazos sociales que se crearon durante la colonia y que la clase poderosa esté acostumbrada al lujo proporcionado por el servilismo de seres que durante siglos han sido domesticados. Evidentemente una sociedad así no puede desarrollarse saludablemente. Una de las metas de una sociedad moderna debiera enfocarse a educar individuos que sean independientes y que puedan valerse por sí mismos y no a las atenciones continuas de la servidumbre.

La educación de las clases pobres en este país se ha enfocado a moldear sujetos pasivos y con sentimientos de inferioridad para que formen parte de las masas domesticadas del país. El racismo que sostiene a esta sociedad se nutre centenariamente de la importación de ideas y conceptos de Europa y de Estados Unidos; algunos de ellos son: “democracia,” “igualdad,” “feminismo,” “arte contemporáneo,” “liberación gay,” etc. Estas ideas circulan en una sociedad que no logra reconciliar su pasado prehispánico con el colonial y con su actualidad y ello ha causado que sus valores sean intercambiables, creando una identidad nacional insegura, corrupta y podrida que ha fracasado en sus intentos por renovarse.

En México en este momento se está librando una guerra civil. Las violentas batallas que han tenido lugar desde el 2006 entre narcotraficantes y el ejército son el resultado de este modelo social caduco. A pesar de su obsolescencia, la división heredada de la colonia se ha intensificado en los últimos años al haberse asimilado el modelo económico neoliberal, instigado por un gobierno ultra conservador y conformado por una élite (de raza y clase) que está empeñada en mantener a flote su estatus quo.

México estuvo bajo el poder de un partido único, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) durante más de setenta años. Esta dictadura difusa neutralizó la iniciativa de pensamiento independiente de la población y de los intelectuales, por medio de una política cultural paternalista. El resultado del modelo cultural Priísta fue el que se propagó entre la población y los intelectuales el temor a la autoridad y el miedo a criticar a los jefes, reforzados por la lealtad al poder como base de las relaciones sociales (que en realidad son de poder). De esta manera se lisió al pensamiento independiente y a la iniciativa personal, y se transformó a la cultura en un “signo de prestigio” valorizado únicamente en tanto enfatiza los lazos del clan con los que se consideran centros de cultura en Europa y Estados Unidos.

La práctica de seguir el flujo de corrientes intelectuales y artísticas que llegan como pastas y dulces importados de afuera es muy común. La modernidad en el arte contemporáneo se mide por la capacidad de asimilación de ideas nuevas y corrientes de vanguardia así como las conexiones internacionales que nos dan prestigio y legitimidad. Los museos muestran exposiciones con trabajos de artistas que asumen la auto-censura como práctica indispensable para pertenecer al gran mundo de los coleccionistas, museos y galerías del país y del mundo. En el terreno literario se vive en la época liberal decimonónica. El ámbito cultural en general se constituye de una serie interminable de homenajes a las personalidades santificadas por el mundo cultural. Los ciudadanos de la colonia le dan continuidad a su estilo de vida asistiendo semana tras semana a cockteles, inauguraciones, premios y exposiciones; estos estilos de vida existen dentro de una burbuja que protege a los productores culturales de una realidad exterior amenazante que toma forma en los cuerpos morenos de los que les proporcionan su sensación de bienestar. Mientras tanto, la alta sociedad mexicana se pavonea en los medios de comunicación impresos al tiempo que se resguarda corporalmente en sus coches blindados, tras las espaldas de sus guaruras y de los muros neo-feudales que protegen sus casas. Ello demuestra que los mexicanos estamos siempre a la expectativa de cómo nos ven los otros en nuestro pequeño ámbito y desde afuera.

La mentalidad de la burguesía mexicana se basa en la dureza y resistencia al diálogo y forma una masa impenetrable y homogénea incapaz de asimilar las críticas a su caduca existencia. Los nuevos ricos suben en la escala social al imitar el viejo mecanismo de mantenerse alejados, mental y físicamente, de aquellos que puedan atentar contra su estatus quo. En la cita de arriba, Gilles Deleuze habla de los neofascismos que surgen de una sociedad que se vuelve adicta a las prácticas de seguridad y de auto-complacencia. En el actual clima socio-político mexicano se respira un tipo de fascismo que surge del miedo y de la denegación de la posibilidad de tomar conciencia a fondo de la grave situación del país y del mundo. ¡Qué viva México y los momentos terribles por los que vivimos!

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