Uno de los más agudos problemas
latinoamericanos es que estamos necesitando más que nunca a los Che Guevara del
lenguaje, los revolucionarios de la literatura más que los literatos de la
revolución”[1].
[Julio Cortázar]
La
izquierda sufre una suerte de parálisis intelectual. Es una izquierda
murmuradora y rebotona, que piensa poco y discute mucho. Una izquierda sin imaginación[2]. [Octavio Paz]
No me siento el niño héroe de la critica pública ni
quiero despeñarme por mi computadora envuelto en la bandera nacional[3]
[Héctor Aguilar Camín].
El arte es útil. A través del arte podemos empezar a
construir un mundo que funcione diferente. [Tania Bruguera en Facebook]
[…] The left-wing intellectual is
a fool, a court jester who publicly displays the lie of the existing order, but
in a way in which suspends the performative efficiency of speech[4].
[Slavoj Zizek]
1
Quisiera empezar con la gran paradoja que
implica el marco conceptual del “Coloquio de izquierda”, subsidiado por un
gobierno neoliberal. Aunque el neoliberalismo se considere “post-ideológico”,
encarna el sentido común del libre mercado[5], y una discrepancia entre
posturas políticas, que señala tanto la obsolescencia de la izquierda en
relación a las formas contemporáneas de poder y de organizar la política, como
la tendencia de aferrarse a la idea de crítica como motor del progreso y la
mejora. Hay que tomar en cuenta también que hoy en día, disposición
crítica, gesto simbólico, postura política y existencia cotidiana están
completamente disociados. Empapadas de sentido común neoliberal, su disociación
permite que se pueda denunciar la hambruna en África, pero tomar café en Starbucks;
solidarizarse con los palestinos de Gaza, y reunirse a comentar el conflicto
comiendo productos israelíes importados; ir a una protesta contra la violencia
en el país, pero explotar a sus empleados domésticos; tomar a los niños de la
calle como sujeto de arte, pero darle la espalda a un mendigo; estar en contra
de la esclavitud, pero comprar ropa manufacturada por esclavos en el Sureste de
Asia; preocuparse por el calentamiento global y comprar comida en los
supermercados; o pedirle fondos del gobierno o a las corporaciones para hacer
proyectos que los critican, etc. Debido a esta disociación entre crítica y
postura, en nuestra era post-ideológica y post-política, un gesto de
solidaridad no implica tomar una postura integral del lado de lo blanco o de lo
negro, sino la posibilidad tomar una postura y operar dentro de la gama de los
grises. Una
de las implicaciones de ello es que hacer crítica no implica que como persona
pública, los intelectuales, escritores, opinólogos o artistas tomen
necesariamente una postura política o hagan algún gesto determinado que fuera
coherente con la crítica que hacen (Francisco Toledo es vintage en ese sentido). Hay que considerar también, la entrada de
las redes sociales como una herramienta para la politización, lo cual ha
cambiado radicalmente a la comunicación y a las formas de hacer política: brindando
la posibilidad de hacer declaraciones políticas que no están dirigidas a nadie
en particular, el receptor del mensaje es un “TÚ” que son todos y nadie,
cualquiera y quien quiera (a menos que se etiquete a alguna persona; y aún así,
la forma de interpelación sigue siendo vaga). Y esta vaguedad en la
interpelación intensifica la disociación entre enunciación y postura, la falta
de coherencia entre postura crítica y acción concreta.
2
El Partido Revolucionario Institucional
(PRI) que ha gobernado a México durante más de 70 años (con una breve pausa
entre 2000-2012), se ganó el adjetivo de “dictadura perfecta” por gobernar a
través de un sistema de lealtades reforzadas con rituales e instituciones
no-oficiales, negociaciones, represiones violentas a pequeña escala y cooptando
a los medios y a los intelectuales para que transmitieran la versión oficial. Es
bien conocido el hecho de que durante el primer gobierno ininterrumpido del
PRI, la prensa ocupó una posición subordinada. El PRI se sirvió de ella para
ejercer una forma de control sobre la sociedad por medio de la represión,
soborno o autocensura. A lo largo del Siglo XX, los intentos por crear una
prensa alternativa a la oficial y crítica, fueron desarticulados o saboteados
por distintos presidentes de la República. Por ejemplo, Gastón García Cantú recuerda
cuando Excélsior se fue a la quiebra cuando bajo la presidencia de Luis
Echeverría, empresarios y gobernantes inconformes con la crítica, retiran los
anuncios comerciales al tiempo que se organiza un complot para orquestar la
salida de Scherer como director del periódico[6]. Bajo José López Portillo, Scherer fundaría Proceso, Octavio Paz Vuelta,
y Octavio Becerra Unomásuno, que
fueron publicaciones claves para vehicular crítica y ensayos de análisis políticos[7]. A
partir de entonces, el poder en México tuvo como una de sus preocupaciones
básicas cuidar sus relaciones con los intelectuales. Para los 1990s, se habían convertido
en interlocutores privilegiados que el Estado usaba como termómetro para
modular la manera en la que su ejercicio de poder se veía y asumía por la
sociedad[8]. Específicamente, Carlos
Salinas de Gortari, en palabras de Jorge Volpi, “trató de llevar las mejores
relaciones posibles con los intelectuales de todas las corrientes ideológicas;
para controlarlos, o al menos para conseguir su simpatía, creó un generosísimo
sistema de becas, en algunos casos vitalicias, único en el mundo”[9].
Cuando el PRI regresó al
poder en 2012, había sufrido una mutación: paulatinamente, el gobierno
se había transformado en un imperio mediático de tintes berlusconianos
sirviendo intereses corporativos y de la economía ilegal. Como Berlusconi, Peña
Nieto se convirtió en un emblema de acumulación diferencial de poder encarnando
conexiones que abarcan el poder político, la economía, el crimen organizado,
las corporaciones, las bienes raíces, las finanzas, el imperio mediático, etc. Al
capitalizar controles mediáticos y la opinión pública, el gobierno ahuecó la
acción colectiva, su sentido social y carga política. El esquema de relación entre poder político, mediático y empresarial
cambió de basarse en la subordinación de los medios a los políticos y
empresarios, a la subordinación de los políticos a los intereses económicos del
poder corporativo y mediático. Esto inauguró una nueva forma de existir de la sociedad a
través de mensajes fáciles de consumir que circulan en los medios y las redes
sociales. Con el
Neo-PRI (y no es una tendencia específica a México), la ideología
de la transparencia de la comunicación y de la libertad de expresión, empezó a
ir de la mano de la comercialización y privatización del conocimiento y de la
cultura. Al mismo tiempo, la comunicación – en tanto
a la presentación y mediatización de las ideas – comenzó a dominar la política,
convirtiéndola en cuestión de epistemología, formas de expresión y técnicas
para hacer legibles temas en específico que pueden adquirir relevancia con su
capacidad de hacerse visibles en el campo socio-político y mediático. Es decir,
la democracia pasó de basarse en los poderes fácticos y el sistema electoral, a
basarse en los medios de comunicación, para dirigir la opinión pública de
acuerdo a los intereses en el poder, pero bajo un disfraz de transparencia y
libertad de opinión. Jodi Dean ha llamado a esta formación “capitalismo
comunicativo” [10],
una formación ideológica en la que el capitalismo y la democracia convergen en
las tecnologías de comunicación en red bajo los ideales de acceso, inclusión,
discusión y participación. Hay que tomar en cuenta también que el silenciamiento o
diseminación estratégica de información en los medios – por ejemplo, la censura
indirecta a Carmen Aristegui al ser expulsada de su equipo de MVS noticias –[11],
y la inversión público-privada sin precedentes en cultura, contra-cultura y
producción simbólica, son característicos del nuevo autoritarismo del PRI.
Otras tácticas, como la de los “peñabots”, o cuentas falsas en las redes
sociales que se utilizan para promover temas o personajes políticos y para
atacar a críticos del gobierno, son indisociables de represiones violentas,
desapariciones forzadas (por parte del Estado y narco-paramilitares), encarcelamientos
injustificados y la preservación de la impunidad en la que se ejecutan y otras
formas de violencia de Estado[12].
Evidentemente el mundo físico y el mundo de internet son indisociables,
mientras que el gobierno ha adoptado la táctica de la administración de las
crisis por lo que en ciertas instancias suaviza la represión
y la censura para mostrarse pacífico, tolerante y dialogante[13].
Alineado
con la dinámica de la lógica del capitalismo comunicativo, el movimiento
estudiantil #YoSoy132 denunció en los albores de las elecciones de 2012 la
colusión entre medios y poder, exigiendo una “mejor” democracia y transparencia
de la información. También denunciaron el trabajo que Televisa le hizo a Peña
Nieto para posicionarlo como líder de opinión en la cultura política digital y
“generar benevolencia” alrededor de su imagen luego de que fue gobernador del
Estado de México[14].
Si interpretamos la preocupación del movimiento por la colusión entre medios y
poder como una forma de resistir la implementación en México del modelo de
representatividad política celebrity,
las demandas del #YoSoy132 tienen consecuencias más amplias. Además de ser una
democracia simulada en los medios masivos de comunicación, la política se ha
transformado en un mundo de apariencias que encarnan mercancías transmitiendo
mensajes redundantes y vacuos. Por ejemplo, justicia social, democracia,
respeto a los derechos humanos, reforzar las instituciones, son elementos
comunes a las plataformas de gobierno de todos los partidos políticos. El
modelo de representatividad, implica la impostura de la verdad política, y
opera bajo el esquema de la lógica de las celebridades. El paradigma de la
representatividad política celebrity
es Arnold Schwarzenegger, actor de Hollywood y antiguo gobernador de California
(2003-2011), y representa el hecho de que los políticos de hoy en día, van
adquiriendo más y más el mismo estatus que las celebridades al ser
celebridades-políticos o unirse con famosos. Ejemplos clásicos son: Eva Perón,
Ronald Reagan, Alessandra Mussolini o Clint Eastwood; uno más reciente, es la
unión entre Nicolas Sarkozy y la modelo y cantante Carla Bruni. Con Peña Nieto,
se consolida en México la figura del político celebrity afirmando lazos familiares y amistosos entre farándula y
políticos, fusionando ambos ámbitos. Destacan otras uniones entre miembros de
la farándula de Televisa con políticos mexicanos: Ludwika Paleta y Emiliano
Salinas, César Nava, exdirigente el PAN y Patricia Sirvent, Anahí y el
gobernador de Chiapas Manuel Velasco. O el nombramiento de la actriz Carmen
Salinas como diputada por el PRI. La figura del político celebrity encarna una brecha entre la política real y la esfera
pública (como el sitio de acción política potencial), llena de espectáculo y
producción cultural, encarnando la representatividad celebrity.
En el
ámbito de la acción política, esta forma de representatividad implica que el
acceso a los políticos es ahora mediado por los medios masivos de comunicación,
es decir, a través del mercado de lo sensible. Desde antes de las elecciones,
la familia presidencial ha aparecido en
revistas de modas y de ‘corazón’, secciones de sociales y las redes sociales.
Peña Nieto se tomó un selfie con el
actor Kevin Spacey (por la cual pagó 6.5 millones de pesos)[15],
en la revista TVyNovelas del 6 de
junio de 2014 hay una descripción del encuentro de Angélica Rivera con la Reina
Consorte de España, la revista Quién
también del mes de junio, muestra imágenes de la graduación de Paulina Peña del
Colegio Miraflores y en su último número del mes de junio, la revista Marie Claire muestra a Angélica Rivera y
a su hija, Sofía Castro (actriz también de Televisa) bajo el encabezado:
“Redefiniendo el poder femenino” y en una sesión de fotos con ropa de diseñador
en Los Pinos. Otras instancias del entrecruce entre la farándula y la política
tuvieron lugar durante la toma de posesión de Peña Nieto el 1º de diciembre de
2012, en el lanzamiento de la Cruzada contra el hambre y el Plan Nacional de
Desarrollo, y cuando los mandatarios Chinos visitaron México, Angélica Rivero
llevó a la primera dama china a Televisa y las recibieron con un letrero
bilingüe que decía: “Primera Dama, bienvenida a su casa Televisa”.[16] También Peña Nieto apareció en programa un dedicados a
temas de moda, cocina y chismes, como “Hoy” de Televisa para explicar sus
reformas en agosto de 2014[17]. Ante la problemática de esta nueva forma de representatividad, se hace
evidente la brecha que hay entre las decisiones de los políticos y la
posibilidad de injerencia de la sociedad en las decisiones que conciernen el
bien común. Estas figuras post-políticas de representatividad celebrity, se
convirtieron en presencias ubicuas en las plataformas mediáticas (la
“infoesfera” como la llama Franco Berardi) y por lo tanto se encuentran
distantes y al mismo tiempo cargados afectivamente. Son protagonistas de dramas
y escándalos pero muestran indiferencia e impasividad básica y el público se
siente involucrado en todos los aspectos de su vida a sabiendas de que no están
involucrados en las suyas. De acuerdo con Stephen Shaviro, estas figuras
combinan inhumanidad e invulnerabilidad, inmovilidad idealizada, solidez y
perfección de sus formas, con fluidez y constante movilidad. Y es este
contraste entre movilidad e inmovilidad, el que funciona como principio
generativo no sólo de las celebridades sino de los flujos mediáticos,
financieros y modulaciones de control a través de los cuales aparecen permeando
por completo el campo social. En ese sentido, lo que los estudiantes del movimiento
“YoSoy#132” también denunciaron, fue la transformación de la política en mundo
de apariencias encarnando mercancías fusionado con el ámbito de la farándula.
La película La dictadura perfecta (Televisa/CONACULTA 2014) de Luis Estrada,
una sátira popular de cómo funcionan los mecanismos de poder bajo el nuevo PRI,
es ilustrativa en este sentido. En la ficción, la sede de la televisora es el
Museo Universitario de Arte Contemporáneo en el D.F. (el MUAC), y el
sofisticado director (criollo) está rodeado de obras clásicas de arte moderno
(Jasper Johns, Jackson Pollock, Franz Kline, Barbara Hepworth). Ésta forma de
poder está por encima de la de los ‘virreyes’, que son los gobernadores
(mestizos) de provincia que se representan en la película con costumbres
vulgares, sin “educación” ni cultura, asociados con el crimen organizado y
adeptos a denigrar a las mujeres. En la narrativa, un gobernador con ambición
de ser presidente recurre al director de la televisora para que le ayude a
hacer una campaña con el objetivo de obtener la candidatura. Una de las
tácticas que emplea empresario es la “caja china”, una práctica común en los medios
de comunicación mexicanos para destapar escándalos y desviar la atención de
otros escándalos (de nepotismo, privatización, sobornos, violencia de Estado,
pero también torpezas de los políticos, como el “calceta gate” de Peña Nieto[18])
que intermitentemente inflaman la infoesfera y las calles. La caja china tiene
la función de capitalizar prejuicios y movilizar al público a nivel afectivo, y
representa la forma de gobierno por medio de la captura de atención y creación
de públicos. Funciona cuando los medios de comunicación atrapan al afecto y lo
reciclan como lo político (dentro del marco de la denuncia e indignación)
mientras que
los sentimientos de enojo, furia y duelo silenciado son los nuevos hacedores de
identidad y agencia. La sucesión de escándalos y de voces indignadas mantienen
al público en estado de shock permanente. Explotando
el potencial utópico de “libre expresión”, de “comunicación sin límites” y
“reciprocidad” de las redes sociales y medios digitales como modos de emancipación
y como supuesta base de la democracia. Por ejemplo, el caso de la desaparición
forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa se convirtió en el centro
de atención en medios, redes sociales y espacio público durante cuatro meses
bajo la demanda “Que regresen vivos”, con las consignas “Fue el Estado”,
incluso llamando a la renuncia de Peña Nieto[19].
En paralelo, se condenaron las acciones violentas de los demandantes, por
ejemplo, la quema de municipalidades en Guerrero (que el Estado decidió tolerar)
y que se pensara destituir a Peña Nieto[20].
La predominancia de los 43 en los medios masivos durante cuatro meses, obvió
otros problemas silenciando voces también urgentes como la contaminación de
ríos por Grupo México en Sonora, los asesinatos en Tlayaya, los femicidios por
todo el país, la manera en que las nuevas reformas neoliberales (el Plan México
de Peña Nieto, o el aumento gradual del precio de la gasolina de un 82% desde
2007) van a afectar a la población, etc.
El hecho de que la violencia
esté al centro de la experiencia común y que el público se encuentre
permanentemente indignado y en shock, son las razones por las cuales la forma
de identificación política que ha prevalecido en la última década en México,
más que las contradicciones materiales y el nuevo panorama político-social
traído por el neoliberalismo (la precarización laboral, el encarecimiento de
alimentos y servicios, la merma del estado de bienestar), se funda en la
indignación, dolor y sufrimiento, los cuales se han hecho parte también parte
de las estructuras culturales[21]. Por ejemplo, el mandato
ético-político de la literatura y arte recientes ha sido reflejar la
transformación de México por las políticas neoliberales enfocándose en la
violencia que surgió sin precedentes, por ejemplo, El testigo (2004) de Juan Villoro, 2666 de Roberto Bolaño (2004) o El
buscador de cabezas de Antonio Orduño (2006). Con el objetivo de presentar
narrativas de violencia con una temporalidad distinta a la del shock e
inmediatez mediática, y con una complejidad que busca trascender las formas de
comunicar la violencia en los medios, las novelas abordan los temas de narcotráfico, la colusión entre medios y
política, el neoconservadurismo, la violencia de género, las relaciones de
poder bajo el Estado post-nacional neoliberal, describiendo la desintegración
del proyecto de modernidad Estatal en México. Otros ejemplos son la película El velador de Natalia Almada (2012) o ¿De qué otra cosa podemos hablar?, la
instalación de Teresa Margolles para el Pabellón Mexicano en la Bienal de
Venecia de 2009. Estas manifestaciones existen dentro el ámbito de la cultura
que se proclama como un sitio de excepción ante la masificación de todo,
especialmente de la opinión pública y de la crítica. Por medio de artilugios
estéticos y literarios, artistas y escritores buscan elucidar las causas y
efectos del fracaso del modernismo en México traducido a una espiral de
violencia sin fin desde la indignación, cinismo, ironía, shock o incredulidad.
Discutiblemente, aunque creadas desde un
sitio discursivo de iluminación, reflexividad y excepcionalidad, las
manifestaciones culturales funcionan como el complemento “cultivado” a los
medios que circula en las industrias culturales, generando también afecto y
poniéndolo a circular a nivel a-semiótico y a-subjetivo, que se queda como un
surplus de la emoción para convertirse en la base de la representatividad. Ante este
panorama, la interrogación política que surge es, si es posible escapar de esta
forma de dominación a-significativa y pre-subjetiva que circula en los flujos
inestables de afecto en las plataformas mediáticas y culturales, y si es
posible desarrollar prácticas de libertad y de subjetivación individual y
colectiva usando estas mismas tecnologías. Ello tomando en cuenta que la
crítica y la denuncia están al centro de los discursos también desde el poder.
Lo que se me viene a la mente aquí es el discurso de Eugenio Derbez como
anfitrión del Teletón en diciembre de 2014[22]. De manera
auto-reflexiva y con su característico sentido del humor, Derbez habla de las
críticas al Teletón, Televisa y al Estado en las redes sociales. Menciona la
corrupción del gobierno, el escándalo de la casa de Angélica Rivera en Las
Lomas y la indignación de la gente ante la desaparición de los 43 normalistas.
Encarnando una voz crítica al Estado, Derbez da cuentas de la transparencia del
Teletón como fundación para apoyar personas discapacitadas (que paradójicamente
es un ejemplo de privatización del asistencialismo fundado en 1997). En su
discurso, “los mexicanos”, existen a pesar de quien los gobierna (y sus
desmanes y corrupción), y hace un llamado a la solidaridad con los menos
privilegiados, disociando la corrupción del Estado y la solidaridad social
privatizada. La irresistible pregunta retórica que surge es, ¿cuáles son las
implicaciones de que una celebridad critique al gobierno desde Televisa?
3
Ser intelectual supone
ser crítico y serlo representa una actitud moral ante el poder que se argumenta
conforme a los problemas concretos. Esta conducta, sin la cual no sería posible
entender quién es y quién no es intelectual, excluye la relación de las
diversas especialidades: novelista, poeta, cuentista con el poder. ¿Qué podría
entenderse por esto? El intelectual asociado al poder justifica los actos de
gobierno[23]. [Gastón García Cantú]
La
crítica es una de las cualidades esenciales de la modernidad, y tuvo un papel
clave a nivel conceptual para facilitar el avance y progreso de las sociedades.
Hegel la teorizó como movimiento dialéctico, que implica que una condición se
hace más poderosa por medio de la negación al sublimarse, sintetizarse y elevarse
a un nivel más alto (Aufhebung). Bajo
el esquema modernista, la dialéctica es central a la emancipación humana. La
acción crítica final es la Revolución (Marxismo) y el acto de la crítica es la
acción política. A lo largo del Siglo XX, los intelectuales publicaron crítica abogando
por la democracia o el socialismo, y según Gastón García Cantú, la relevancia de
los intelectuales progresivos en México desde la Revolución fue construir
instituciones y proyectar una cultura crítica a partir de su obra ensayística[24]. A su vez, Jorge G.
Castañeda explica que los intelectuales latinoamericanos han tenido una
“función central” como la conciencia nacional y para exigir responsabilidad al
Estado. Su tarea ha sido abordar temas y preocupaciones políticos y clave para combatir
la censura y dar visibilidad a la falta de justicia social y pobreza. Castañeda
afirma también, que los intelectuales pugnan por la democracia representativa y
que algunos han estado al centro de la resistencia contra el autoritarismo”.[25] El programa que
Castañeda atribuye a los intelectuales latinoamericanos deriva del aparato
intelectual crítico de la ideología mexicana desarrollado a través de los
debates intelectuales a lo largo del Siglo XX. Este aparato basa la teoría del
origen del poder en México en el mito de la Revolución traicionada que viola la
integridad de la nación. En esta narrativa, al institucionalizarse, la
revolución escamotea el contenido de clase del movimiento y los revolucionarios
se transforman en burgueses, funcionarios o políticos corruptos, para sustentar
una forma de poder monolítica y autoritaria. De este modo, la “Revolución” se
erradica ideológicamente, y como lo plantea Jorge Aguilar Mora, cualquier
efecto de la violencia y su capacidad de generar cambios positivos, se niega,
lo que equivale a la negación de las causas materiales del movimiento de 1910[26].
Para combatir la simulación de crítica al
poder enraizada en la traición de la Revolución, los intelectuales pugnaron a
lo largo del Siglo XX por resquicios de libertad de expresión y disenso
planteando a la democracia como proyecto político. La democracia se concibió
como esencial para la modernización socio-económica y cultural de México, para
la cual se abogaron por instituciones democráticas y por la creación de una
clase media. Hasta el día hoy, prevalece la idea que las instituciones son
frágiles y propensas a la corrupción, que la solución a los problemas del país
implica reforzarlas, y que el abismo entre “los dos Méxicos” hace que el
proyecto de creación de la clase media sea inminente. Dentro de este esquema y
a partir de la segunda mitad del Siglo XX, la emancipación comienza a ligarse
por un lado, con la cultura, ya que aparece como la principal promotora del
progreso, modernización y democracia. Por otro lado, el potencial de la
emancipación empieza a alojarse en la contra-información, bajo la premisa que
intelectuales y periodistas, en medios no-oficiales o alternativos, tienen la
posibilidad, como lo apunta Jorge G. Castañeda, de denunciar, criticar o
deconstruir las formas de poder y exigirle al Estado responsabilidad y mayor
transparencia y eficiencia. Esto es un derivado directo de la noción moderna de
crítica, es decir, del modernismo como crítica inmanente, vehiculada a lo largo
del Siglo XX, a través de debates enmarcados por la izquierda política con
ideología marxista.
En México ha habido tres formas
generales a través de las cuales los intelectuales se han relacionado con el
poder: por medio de la crítica independiente, del servicio diplomático o el servicio
público y de la iniciativa privada. Algunos de ellos han sido progresivos
fundadores de las instituciones modernas del país: Antonio Caso fundó el Instituto Mexicano
Indigenista y Vicente Lombardo Toledano, la Confederación de Trabajadores Mexicanos
y el Partido Popular. En los albores de la privatización de la cultura en los
1990s, otros se convirtieron en empresarios de la cultura (Héctor Aguilar
Camín, Enrique Krauze). Tradicionalmente, los intelectuales han pertenecido
ideológicamente a la izquierda. Aunque no necesariamente alineados con el
horizonte comunista, oscilaron entre ser voces críticas y voceros del poder.
Aquí quisiera enfocarme en tres de los temas que han estado al centro de los
debates sobre el papel de los intelectuales en los procesos políticos, estéticos
e históricos a partir de la segunda mitad del siglo XX, y que siguen estando
vigentes hoy en día (aunque los debates tienen que ver principalmente con la
posición de los intelectuales en relación con la Revolución cubana). Dentro del
contexto de la militancia ideológica, los debates estéticos y literarios pasaron
por los grandes debates sociopolíticos, por lo que uno de los temas que se
debatió fue la relación entre estética y política. En 1969, se publicó un
debate entre Óscar Collazos y Julio Cortázar[27]
acerca de la cuestión y posibilidad de la novela revolucionaria en América
Latina. Según Collazos, la novela puede ser revolucionaria en cuanto a forma
(lenguaje, trama, conjetura) y contenido. Para él, la cuestión gira alrededor
de cómo transmitir una versión progresiva de la realidad a través de la
escritura “buscando en ella una expresión más esencial de la sociedad
y de mi época, atravesadas por la imaginación y por una irrenunciable
perspectiva ética[28]”.
Collazos subraya también la excepcionalidad de la realidad latinoamericana, que
es distinta de la europea debido a la herencia colonial resultando en la
coexistencia del desarrollo con el subdesarrollo. Por lo tanto, lo
característico y trascendente de la novela latinoamericana es la
correspondencia absoluta de la realidad latinoamericana con el producto
literario, que, vista a través del filtro del horizonte comunista, es una
realidad que potencialmente “trasciende a la sociedad de consumo […] a partir
de la ideología comunista [para] desafiar las nuevas formas de colonialismo
cultural”. En otras palabras, para Collazos, la realidad que propone el autor
debe ubicarse en una actitud crítica y enmarcar la obra en correspondencia con
dicha realidad[29].
En contraste, Julio Cortázar labra una postura ante la relación entre
literatura y compromiso político a partir de la distinción que hace Jean-Paul
Sartre entre la función crítica y la función literaria[30]. Es decir, tanto para
Sartre como para Cortázar, estas dos funciones son infranqueables; para éste
último, un buen escritor situado en una sociedad burguesa invariablemente se
opondrá a ella, y uno situado en una situación comunista, criticará y
contribuirá para edificar el régimen. Sin embargo, este papel de oposición o
crítica no debe de confundirse con la cuestión de la creación en sí, la cual
Sartre y Cortázar ven como completamente distinto a la función crítica. Para
Cortázar, el deber de los escritores del tercer mundo es “ver
la realidad desde el punto de vista desde la responsabilidad moral [no desde la
ideología comunista], porque ahí reside quizá la solución al equívoco”[31]. Es decir, para Cortázar,
no es la ideología la que debe filtrar la realidad que transpire en la novela,
sino la propia conciencia del autor. Se hace evidente que lo que está en juego
en este debate es la distinción entre una visión de la realidad filtrada por la
ideología (de izquierda) y la investigación empírica, el imperativo de la
estatización del comunismo como horizonte político como la guía moral del
escritor, versus su propia conciencia –a la cual, por ejemplo, Octavio Paz
apelará como base de su compromiso político.
Otro de los temas de debate en la
izquierda de la segunda mitad del Siglo XX deriva del de la relación entre arte
e ideología, es decir, la relación de los intelectuales con la izquierda
comunista; por ejemplo, Octavio Paz fue feroz crítico del comunismo, mientras
que Carlos Monsiváis abogaba por una izquierda social militante; por su parte,
Héctor Aguilar Camín declaró haber “caído en la tentación guerrillera” durante
una época[32].
Este debate se representa por el que tuvo lugar a finales de los 1970s entre Octavio
Paz y Carlos Monsiváis sobre el compromiso político desde la izquierda. Mientras
que Monsiváis se consideraba ejecutor de la militancia y el sindicalismo, Paz
denuncia la crisis de la izquierda mundial y la falta de coherencia de los
partidos mexicanos de izquierda[33]. Paz fue un conocido
crítico de las dictaduras socialistas desde los 1940s lo cual le ganó enemigos,
entre ellos, el Partido Comunista y los intelectuales de izquierda que sí
defendían al comunismo, algunos ignorando sus contradicciones. Pero mientras
que Monsiváis también veía las fallas del socialismo de Estado, él critica a
Paz por mantenerse al margen de participar en un esfuerzo por construir un
verdadero socialismo, y por no defender sus logros. Sin embargo, para Paz la
eficacia política de la crítica del escritor reside en su carácter marginal, sin
comprometerse con un partido, una ideología o un gobierno: “El escritor no es
el hombre del poder ni el hombre del partido: es el hombre de su conciencia”[34]. También escribe: “Ni el sillón
del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores de las
Santas Escrituras revolucionarias”[35].
Podría decirse
que la posición de Paz está enraizada en el gesto que hizo cuando fue embajador
de México en la India y supo lo ocurrido en Tlatelolco el 2 de octubre. Paz
describió la violencia como un acto de terrorismo de Estado, y decidió romper
con el gobierno para criticarlo desde afuera. Por su parte, Monsiváis se
consideraba militante en el sentido típico, al tiempo que concebía a la cultura
como parte del gran debate. Influido por la contracultura estadounidense que
buscaba revolucionar la vida cotidiana, educación y salud, derechos de las
minorías, entre otros[36], la postura de Monsiváis
marca el pasaje de la “izquierda política” a la “izquierda social”. Es decir,
de la militancia alrededor del partido político, a la militancia a partir de
las luchas de reconocimiento y derechos a través de grupos de interés o
movimientos sociales.
De la postura de Paz (que nunca estuvo
desligado de homenajes y subsidios, ni de una posición de intelectual oficial,
ni de un cuestionable punto de vista conservador[37]), deriva otro debate: el
de la cercanía de los intelectuales con el poder. Como ya lo mencioné, muchos
intelectuales han sido servidores públicos, lo cual es una posición paradójica
y compleja, ya que su función se puede percibir como una de recepción de prebendas
o desde servicio desde un punto de vista progresivo al público. A través de
puestos y subsidios, los intelectuales siempre han tenido estrechas relaciones
con el gobierno, y de acuerdo con García Cantú, la cuestión crucial en la
relación de los intelectuales con el poder está en los límites de su libertad.
Para García Cantú, aunque la crítica signifique aislarse de la sociedad, la
fuerza del crítico ante el poder reside en sus convicciones, su papel y su
pluma, que son también el camino de su libertad[38]. En cambio, para Jorge G.
Castañeda, un funcionario es difícilmente independiente y corre peligro de
dejar de ser intelectual y convertirse en funcionario. Sin embargo, su propia
independencia reside en su compromiso con una idea o un movimiento político.
En 1989, con la caída de la Unión Soviética y la firma de la OTAN
el horizonte político del comunismo se había desvanecido. El comunismo, que
había sido una promesa, una utopía, una construcción intelectual y una visión
política había ocurrido ya como evento en la historia y como experimento
desastroso. Por lo tanto, el ideal comunista dejó de influenciar el ámbito de
la acción política. Este desarrollo inaugura una nueva etapa
post-ideológica en México cristalizada en el Coloquio de Invierno, organizado
por el grupo de la revista Nexos, y
con la privatización de la banca en 1992. Estos dos eventos marcan el
descrédito del discurso de la izquierda comunista (aunque fue uno de los temas
centrales del Coloquio de invierno[39])
y la entrada de las políticas neoliberales a México. Siendo de tendencia de
izquierda, y estando incluso alienados con la posición Cubana, los
intelectuales de Nexos celebraron la
neoliberalización como la solución al problema de que el estado es “económico e
ineficiente”. Para Héctor Aguilar Camín, la neoliberalización implicó que el
gobierno adquiriera una función reguladora y compensatoria de proporcionar
seguridad, legalidad, igualdad, educación, salud y desarrollo social[40]. De ahí surge el
debate que se llevó a cabo entre
él y Octavio Paz, representando a dos grupos de intelectuales congregados en
dos publicaciones: Vuelta y Nexos, supuestamente ejemplares de las
dos tendencias básicas de la vida intelectual mexicana. Para el grupo de Nexos, el debate sobre las relaciones
entre los intelectuales y el poder es básicamente falso porque para ellos su
postura implicaba exigirle al gobierno cambios como: “Menos autoritarismo e
impunidad, más justicia, más legalidad, más democracia, tolerancia, eficiencia,
honradez, generosidad y equilibrio”[41]. Además, en los albores
de la privatización de casi todo, las críticas de Nexos se centraron en la ineficacia de las instituciones del
Estado, de la cultura oficial, y el autoritarismo[42], abriendo camino para
legitimar la inminente ola de privatizaciones. Por su parte, Paz los acusa de ser
ideólogos de Estado[43], específicamente a Héctor
Aguilar Camín, quien se consideraba ser
“consejero del poder con distancia”, por haber contribuido a diseñar las
políticas del Estado. En ese sentido, Aguilar Camín representa la posición “Estatista”,
quien sostiene que la solución está en un diálogo y colaboración cercana con el
Estado, y los que consideran que la solución a los problemas del país está al
seno de la sociedad y es a ella a quien hay que dirigirse (Enrique Krauze y
Octavio Paz)[44].
En los albores del Siglo XXI, los temas que
poblaron los debates de izquierda en la segunda mitad del siglo XX, al igual
que el papel de los intelectuales en los procesos políticos, han cambiado radicalmente.
Los cambios parten de desarrollos políticos e históricos, por ejemplo, el
descrédito del comunismo y de Cuba como referentes políticos, el debilitamiento
de los partidos políticos como marcos de acción política, el surgimiento de los
movimientos sociales y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. También
han cambiado a partir de un desarrollo que llamo la “culturalización de la
política”, que surge de la contracultura como una manera de retar las formas
hegemónicas simbólicas para luchar por dar visibilidad y voz a los que no la
tienen abriendo camino para el reconocimiento y la igualdad del derecho. Debatiblemente,
estas prácticas (ejemplificadas por luchas de comunidades que buscan autonomía
en base a especificidades culturales) son una forma de privatización de la
política, habiendo logrado que la diferencia sea tolerada dentro de un sistema
de domesticación cultural, pero no como oposición al sistema mismo. En este
sentido, la oposición se reemplazó por la tolerancia a diferencia cultural, la
cual sufre constante apropiación e integración, transformando la diferencia
cultural en indiferencia política. Otra instancia de amalgama entre cultura
política es representada por la constitución del Grupo San Ángel, un movimiento
de la sociedad civil conformado en 1994 por intelectuales y miembros de los
tres principales partidos políticos: Vicente Fox, Jorge G. Castañeda, Adolfo
Aguilar Zínzer, Demetrio Sodi, Santiago Creel, entre otros, tuvieron como
objetivo actuar de manera directa en la vida política para evitar lo que ellos
consideraban que sería una catástrofe enorme: las elecciones de agosto de 1994.
En paralelo, surge a principios de ese mismo año el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en Chiapas, cuyo discurso para justificar su levantamiento armado
no se basa en la retórica guerrillera de tomar el poder, sino como la última
opción ante siglos de injusticia. Es decir, siguiendo el análisis de Volpi,
Marcos se pliega a la Constitución para construir una ficción retórica, que fue
el arma ofensiva principal de los zapatistas. Es decir, en vez de apelar a la
ideología de izquierda para legitimar su movimiento, Marcos enmarcó su lucha en
una retórica basada en el nacionalismo, justicia, democracia y soberanía
nacional, la cual, según observa Volpi, es la misma retórica de los partidos
políticos[45].
Al mismo tiempo, Marcos interpela, busca e invita a los intelectuales y líderes
de opinión a dialogar a través de medios que el consideraba imparciales o
progresistas. Claramente su lucha tuvo lugar en los ámbitos mediático y
cultural, y como lo plantea Volpi, el poder del zapatismo fue más simbólico que
otra cosa, ya que Marcos convirtió a Chiapas en un espacio literario para
construir un Chiapas imaginario para luchar contra el Chiapas real. Por
ejemplo, Octavio Paz fue un arduo crítico del zapatismo, ya que lo veía como
una amenaza a la democracia y potenciador de un régimen dictatorial; sin
embargo, es bien conocido el hecho que sus opiniones empezaron a matizarse en
cuanto la figura de Marcos adquiría más relevancia mediática y literaria[46]. En resumen, los frentes de
la batalla zapatista fueron los ámbitos mediático y literario cultural, en una
revuelta no tanto militar, sino más bien política en cuanto a cuestión de
comunicación y producción cultural. En ese sentido, Marcos realiza el ideal de
la literatura de izquierda (planteado por Collazos) fusionando política y
cultura tejiendo una red de complicidades con periodistas y escritores y
simpatizantes, a través de un diálogo público sobre el alzamiento y el
neoliberalismo[47].
4
Los debates sobre el papel que pueden tener los
intelectuales en los procesos políticos surge a partir de las premisas que la
crítica puede catalizar el avance de una sociedad porque hay un horizonte
futuro de mejora. Sin embargo, el fin de la modernidad llegó con el colapso del
futuro. Y como vimos, el neoliberalismo trajo una máquina tecno-lingüística que
permea todo ámbito de la vida cotidiana, infiltrando y dándole forma a la
política. Bajo la nueva forma de política basada en la comunicación, la lucha
de clases y el sacrificio del intelectual por el “pueblo”, fueron sustituido
por los nuevos universalismos: derechos humanos, acceso a la cultura, al crédito,
a la libertad de expresión. El proletariado desapareció del horizonte político,
mientras que las minorías fueron domesticadas por la cultura, los medios y el
consumo. En cierto
modo, la pugna de décadas de los intelectuales por la democracia se realiza en
esta figura y con la alternancia del poder con la llegada a la presidencia del
PAN en el 2000, lo que trajo simultáneamente un estado de excepción permanente
con la guerra contra el narco, libertad de expresión y transparencia en los
medios, y una nueva clase media – al menos como discurso político[48]. La libertad de expresión
y transparencia se materializan cuando en febrero de 2001 el gobierno federal
tolera la entrada de la delegación del EZLN encabezada por el Subcomandante
Marcos que venía recorriendo distintos estados del país, la cual culminó en la
capital para exigir el cumplimento de los Acuerdos de San Andrés. En cierto
sentido, el arribo del PAN al poder inauguró una nueva forma de poder tolerante
y perdona vidas; en ese momento se cambia la narrativa de denuncia al
autoritarismo para pugnar por reforzar las instituciones y denunciar la
violencia de Estado desde un punto de vista reformista, exigiendo rendición de
cuentas y transparencia – la lucha de Javier Sicilia es icónica en ese sentido.
Paulatinamente y como ya lo vimos, el análisis y la opinión política han sido
sustituidos por una sucesión sin fin de cajas chinas con destapes y escándalos
en los medios masivos de comunicación y redes sociales, muchos de ellos
enunciados desde el punto de vista de los “expertos”. Entonces, ¿cuál podría
de ser el papel de los intelectuales? Se me vienen a la mente las acciones de
los whistleblowers como Julian
Assange, Anat Kamm o Chelsea Manning (los dos últimos encarcelados por sus
acciones y el primero atrincherado en la embajada de Ecuador en Londres ante el
peligro de ser extraditado y juzgado en Estados Unidos), quienes en vez de
decirle la verdad o su opinión al poder, le revelaron al público lo que el
“poder profundo” no quiere que se sepa. Ante la urgencia de los cambios que se
necesitan hacer en el modelo socio-económico, para Chomsky el papel de intelectuales
y activistas radicales debe de ser el de intentar persuadir y organizar, pero
sobre todo, evitar la tentación de unirse a la élite represiva para ayudar a
crear políticas que contrarresten a las actuales formas de totalitarismo[49].
Sin embargo, la impronta de la crítica de
izquierda del Siglo XX sigue marcando la
crítica mediatizada y culturalizada del XXI. Aunque se hace evidente que esta
forma de disentir es solipsista porque introduce distancia en donde en
realidad no la hay, entrando en un juego como contra-discurso que adquiere la
función de legitimar a la institución o a los procesos hegemónicos que se
supone debe criticar. Se hace evidente que la democracia se ha convertido en un
fetiche a pesar de la ausencia de relaciones de clase y antagonismo social reales,
escamoteando la realidad de dominación y explotación. Hay que tomar en cuenta
también que lo que estamos viviendo (un estado de excepción permanente,
calentamiento global, pérdida de autonomía alimentaria, financialización de la
economía, las nuevas formas de control por medio de los flujos a-significativos
en la infoesfera, etc.) no caben en la idea moderna de política o de crítica.
Las nuevas formas de operar de la política (como post-política y como
representatividad celebrity), la
existencia de la sociedad a través de mensajes, imágenes e información que
circulan en las redes implica que los medios no dicen verdades o mentiras, sino
que crean al mundo como proyecciones de nuestro entendimiento para movilizar
los cuerpos. Claramente el problema
principal es la lógica del progreso detrás del capitalismo de acumulación. Y
tal vez la emancipación y la igualdad (valores en nombre de los cuales los
intelectuales supuestamente articulan sus opiniones), implicaría tomar en cuenta
la dimensión ética de las actuales formas intolerables de interdependencia que
están siendo creadas por el modelo globalizado de financialización y
desarrollo. En la lucha política, no es la ideología lo que está en juego, sino
la vida misma, y lo que se necesita es encontrar formas de auto-organizar la
vida en común contra las formas neoliberales de ingeniería social. Ante este
panorama, lo que hace falta es una percepción compartida de la situación: que
nos encontramos ante formas de poder que no se enuncian en discursos, sino que
le dan forma a la vida cotidiana, constituyéndose en la realidad material; ante
infraestructura que organiza la vida suspendiendo y sacrificando mundos, e
instituciones que necesitan de nuestro consenso para operar y oprimir. Sin el lazo de
percepción compartida, los gestos críticos se seguirán borrando sin dejar
huella en la negatividad y los levantamientos se seguirán reduciendo a
curiosidades académicas. Se hacen urgentes nuevas formas
de resistencia, no a través de la crítica y la oposición, sino a partir de la
irritación (Anonymous), agitación (Rosa Luxemburgo), ocupación (CNTE),
organización autónoma colectiva (policías comunitarias), boicots al gobierno,
corporaciones, medios y proveedores de servicios (Telmex, Hacienda, Walmart,
Bimbo, Monsanto), y a través de las prácticas instituyentes, una forma
diferente de existir.
[1] Julio Cortázar, “Literatura
en la revolución y la revolución en la literatura”, Literatura en la revolución y la revolución en la literatura
(México: Siglo XXI, 1970), p 55.
[2] Octavio Paz, “Polémica
Paz/Monsiváis”, Nexos, 2 de febrero de
1978, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?tag=carlos-monsivais
[3] Héctor Aguilar
Camín, Joaquín Mortiz, Creación
y poder: nueve entrevistas con intelectuales (México D.F., Contrapuntos,
1994), p. 31.
[4] Slavoj Zizek, The Plague of
Fantasies (London: Verso, 2001), p. 45.
[5] Irmgard Emmelhainz, La tiranía del
sentido común: la reconversión neoliberal de México (México D.F.: Paradiso
Editores, 2015).
[6] Gastón García
Cantú, pp. 130-132.
[7] Jorge Volpi, La guerra y las palabras: Una historia
intelectual de 1994 (México D.F.: Era, 2004), p. 187.
[8] Xavier Rodríguez Ledesma, El pensamiento político de Octavio Paz: Las
trampas de la ideología, (México D.F.: Plaza y Valdés, 1996), p. 18.
[9] Jorge Volpi, La guerra y las palabras, p. 202.
[10] Jodi Dean, Jon W. Anderson and Geert Lovink,
“Introduction: The Postdemocratic Governmentality of Networked Societies” Reformatting Politics: Information
Technology and Global Civil Society (London: Routledge, 2006). Ver también:
Kubitschko, S (2012) “Critical media studies in times of communicative
capitalism: an interview with Jodi Dean,” PLATFORM:
Journal of Media and Communication 4(1) (June): 39-44.
[11] Ver: Jenaro Villamil, “El estilo de Peña Nieto para censurar” Proceso
24 de marzo de 2015, disponible en red:
[12] Redacción, “Peñabots, el ejército que neutraliza la crítica al
gobierno: BBC” Regeneración
18 de marzo de 2015, disponible en red:
http://regeneracion.mx/tendencias/penabots-el-ejercito-que-neutraliza-la-critica-al-gobierno-bbc/
[13] Pedro Miguel, “Peña y la
represión” La Jornada 18 de noviembre de 2014, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/18/opinion/021a1mun
[14] La evidencia de este trabajo se encuentra en un documento difundido por
The Guardian que causó un intenso escándalo. Ver: Jo Tuckman “Mexican Media Scandal: Secretive
Televisa Unit Promoted PRI Candidate”, The Guardian, 26 de junio 2012.
Disponible en red: http://www.guardian.co.uk/world/2012/jun/26/mexican-media-scandal-televisa-pri-nieto.
[17] Arturo Rodríguez García, “Peña Nieto explica reformas en el programa
‘Hoy’ de Televisa”, Proceso, 18 de agosto de 2014, disponible en red:
http://www.proceso.com.mx/?p=379835
[18] Ver: Josué Cisneros, “Peña Nieto aclara
el asunto de las calcetas alrevés #calcetagate” StarMedia México, 19 de
agosto de 2015, disponible en red:
http://noticias.starmedia.com/sociedad/pena-nieto-aclara-asunto-calcetas-al-reves-calceta-gate.html
[19] Pedro Miguel, “Peña y la
represión” La Jornada 18 de noviembre de 2014, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/18/opinion/021a1mun
[20] León Krauze, “El
costo del silencio” El Universal, 27 de octubre de 2014
[21] Ver: Irmgard Emmelhainz, “País doliente:
resignificar la violencia”, Condolerse
ed. Saúl Hernández (Oaxaca: Sur+, 2015).
[22] Disponible en red:
https://www.youtube.com/watch?v=2VbP1Fpe0ug
[23] Gastón García
Cantú, en
Gabriel Careaga, Los intelectuales y el
poder (conversaciones con Gastón García Cantú) (México D.F.: Planeta,
1993),
p. 192.
[24] Gastón García Cantú, Los intelectuales y el poder, p. 203.
[25] Jorge G. Castañeda, citado por Debra A. Castillo and
Stuart A. Day, Mexican Public
Intellectuals (New York: Palgrave McMillan, 2014), p. 18.
[26] Jorge Aguilar Mora, La divina pareja (México D.F., Era, 1991), p. 50.
[27] Mario Vargas Llosa también participó en
el debate, y aunque el debate se publicó en Argentina, tuvo relevancia en el
resto de América Latina.
[28] Óscar Collazos, El tiempo, 17 de julio de 2013
[29] Oscar Collazos, “La
encrucijada del lenguaje” Literatura en
la revolución y la revolución en la literatura (México: Siglo XXI, 1970),
p. 24.
[30] Ver: Jean-Paul Sartre, ¿Qué es la
literatura?
(Buenos Aires: Losada, 1999)
[31] Julio Cortázar, “Literatura
en la revolución y revolución en la literatura: algunos malentendidos a
liquidar, ”Literatura en la revolución y
la revolución en la literatura (México: Siglo XXI, 1970), p. 57.
[32] Héctor Aguilar Camín en Joaquín
Mortiz, Creación y poder, p. 18.
[33] Carlos Monsiváis, “Polémica
Paz/Monsiváis”, Nexos, 2 de febrero
de 1978, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?tag=carlos-monsivais
[34] Ibid.
[35] Jaime Ramírez Garrido,
“Creación, intelectuales y poder,” Nexos,
1 de diciembre de 1994, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?p=7248
[36] Carlos Monsiváis en Joaquín
Mortiz, Creación y poder, p. 67.
[37] Ver: Jorge Aguilar Mora, La divina pareja (México D.F.: Era,
1991), pp. 50-55.
[38] Gabriel Careaga, Los intelectuales y el poder p. 107.
[39] Ver: Octavio Paz, “La conjura de los letrados”, Vuelta 185 (Abril 1992), pp. 10-11.
[40] Héctor Aguilar Camín en Joaquín
Mortiz, Creación y poder, p. 21. Las reflexiones que hace Aguilar Camín sobre
el rumbo que debiera tomar el Estado se publican en su libro Después del milagro (1988).
[41] “Nexos y el coloquio de invierno”
(Respuesta a Octavio Paz), Nexos 1 de
mayo de 1992, disponible en red: http://www.nexos.com.mx/?p=6491.
[42] Ibid.
[43] Octavio Paz, “La conjura de
los letrados” Vuelta 185 (Abril
1992), p. 13.
[44] Octavio Paz en Joaquín
Mortiz, Creación y poder, p. 53.
[45] Jorge Volpi, La
guerra y las palabras, p. 216.
[46] Jorge Volpi, “El poeta y el encapuchado”
Reforma 12 de enero de 2014
[47] Jorge Volpi, La
guerra y las palabras, p. 27.
[48] En septiembre de 2012, cuando su mandato estaba a punto
de terminar, el presidente Felipe Calderón también declaró que México se había
convertido en una nación de clase media. Una publicación en red del Banco
Mundial le hizo eco a la declaración de Calderón reportando que entre 2003 y
2009, la clase media (definida aquí como la gente que no son ni pobres ni
vulnerables, pero tampoco ricos, y que tienen un grado de escolaridad de ‘poco
menos’ de 12 años), creció en un 50%. Esto implica que supuestamente, 17% de la
población mexicana se unió a la clase
media en la última década, aunque fuera a través de la deuda y el acceso a
bienes de consumo y servicios privados.
[49] Noam Chomsky, “Un movimiento genuino por el cambio social” La
Jornada 7 de diciembre de 2014, disponible en red:
http://www.jornada.unam.mx/2014/12/07/mundo/026a1mun
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