martes, 8 de junio de 2010

La guerra de imágenes y de opinión están encubriendo un cambio discursivo en el conflicto y la estrategia israelí; ¿Y Gaza y los gazauis?

¿Qué está en juego en cuanto en cuanto a las estrategias del activismo solidario y el trabajo humanitario?

Según el CIJ, la crisis provocada por el ataque pirata y uso excesivo de fuerzas del IDF (Ejército de Defensa Israelí) el pasado 31 de mayo a más de 700 activistas de cuarenta países intentando romper con el bloqueo de Gaza a través de la « Flotilla de la Libertad », y que le costó la vida a nueve de ellos, la operación conocida como "Brisa Marina," se ha convertido en un desastre mediático escamoteando (como siempre) implicaciones complejas y cambios estratégicos en el desarrollo del conflicto. Después de los ataques, Israel tuvo durante 48 horas el control absoluto de las imágenes que circularon en los medios, habiendo confiscado las cámaras, celulares y computadoras de los activistas y periodistas a bordo de los barcos. Israel incluso distribuyó algunos videos manipulados – en el caso particular de uno lo admitió; aparecieron también sospechosas imágenes grabadas por cámaras nocturnas del IDF al ataque al Mavi Marmara, oportunamente marcadas con guías de lectura y textos. El servicio de relaciones exteriores israelí distribuyó “por error” a la prensa internacional un video parodiando la canción de 1985 “We are the World”, aquí: “We Con the World”, que muestra a un grupo de israelíes encarnando estereotipos tanto de activistas como de musulmanes, palestinos y árabes, burlándose de ellos y actuando la línea oficial del gobierno israelí con respecto a la flotilla: “eran terroristas armados llevándoles armas a Hamas.” Israel se disculpó de haberlo difundido. El video, junto con imágenes de expresiones de fervor nacionalista pro-israelí (por ejemplo: en el rally pro-israel en la universidad Ben Gurion en Tel Aviv el 2 de junio, o la demostración del 7 de junio frente a la embajada de Turquía en Israel), han hecho sacar a relucir los sentimientos racistas de los israelíes ensalzados aún más por las imágenes publicadas por el periódico turco Hürriyet de soldados israelíes siendo “ajusticiados” por los pasajeros del Mavi Marmara. El sentimiento consensual que predomina de este lado es: “Israel tiene derecho y obligación de hacer el trabajo sucio,” de defenderse de sus enemigos y de “darle una lección al mundo.” (Y a los palestinos: qué mas que las amenazas de muerte y destitución del Knesset que ha recibido Hanin Zu’abi)

La otra cara de la historia comenzó a emerger una vez que los activistas aprehendidos en aguas internacionales (y por tanto secuestrados por el IDF) fueron liberados. Estuvieron detenidos alrededor de 48 horas entre el puerto de Ashdod y en un centro de detención en Beersheva (ambos cerrados a los medios de comunicación y periodistas). A partir de su liberación empezaron a circular en la red, en los medios mainstream y alternativos, entrevistas y testimonios con representantes del movimiento “Free Gaza” y con miembros de la flotilla que contaron su versión de la historia. Por ejemplo, el de Edward Peck, antiguo embajador de Estados Unidos, el de el reportero de Al Jazeera Jamal Elshayyal, el testimonio-diario escrito del escritor sueco Henning Mankell, o las entrevistas hechas a una de las fundadoras del movimiento “Free Gaza” de Huwaida Arraf. Desde el punto de vista de la flotilla, el IDF comenzó a atacar a los activistas con bombas de sonido y de gas, con balas cubiertas de goma o municiones reales desde los helicópteros y barcos que rodearon al Mavi Marmara (las autopsias comprobaron que varios de los activistas muertos tenían disparos a la cabeza). Esta versión contradice a la oficial israelí que afirma que los soldados fueron atacados para ser linchados y que el ataque a los pasajeros y tripulantes del Mavi Marmara fue en defensa propia. Los activistas han alegado además, que son sobrevivientes y víctimas de maltrato, golpes, humillaciones y privaciones físicas al momento de haber sido secuestrados por Israel.

Sin embargo, al ampliar el enfoque de los eventos recientes, se hace claro que la regla en la política israelí con respecto a la solidaridad internacional y trabajadores humanitarios, ha sido deportar, negar la entrada, revocar visas de trabajo, arrestar, mutilar y atacar (hasta mortalmente) a activistas extranjeros y trabajadores de ONGs en Cisjordania. Muchos de ellos son miembros europeos o norteamericanos del ISM –Movimiento Internacional de Solidaridad, pero también palestinos. La lista de deportados, heridos, muertos y mártires es larga y uno de ellos fue la activista Rachel Corrie asesinada por el IDF en 2002. Con el ataque al Mavi Marmara, se hace claro, por un lado, que el humanitarismo y el trabajo de los derechos humanos (los miembros del ISM se describen como “activistas en pro de los derechos humanos” y “escudos humanos”) han entrado en juego en el espacio de batalla del conflicto que se ha expandido para incluirlos, discursiva y físicamente. Por otro lado, que la estrategia de utilizar al pretexto humanitario para romper el bloqueo a Gaza de la “Flotilla de la Libertad”, constituye un alejamiento de la alegada la neutralidad del “trabajo humanitario” mezclado con el “activismo” de resistencia y protesta. Aquí vale la pena mencionar el antecedente histórico a la “Flotilla de la Libertad,” el barco “Île des lumières,” enviado en una misión humanitaria y mediática a Vietnam en 1979. Bernard Kouchner (junto con André Glucksmann y Bernard Henry-Levy y otros exmaoistas), fundó el “Comité: Un bateau pour le Vietnam,” con el propósito de rentar un barco para rescatar a los refugiados políticos vietnamitas que huyeron del régimen comunista en barquitos y que estaban ahogándose en el mar de la China meridional. También tenían como meta atestiguar la catástrofe, denunciar las violaciones a los derechos humanos, traer socorro y lanzar una campaña mediática a nivel mundial. Oportunamente, el gesto denunciaría al régimen dictatorial comunista de Pol Pot, lo cual encajaba ideológicamente con el humanitarismo, anti-maoísmo y despolitización de finales de los setentas en Francia (representado por los exmaoistas mencionados). La “Flotilla de la Libertad” comparte el aspecto simbólico del “Île des lumières” ya que ambos no se darían abasto para socorrer a todo el mundo; también el hecho de que el gesto simbolizado por los barcos no es utópico, sino una acción concreta y real, bajo la premisa de que es necesario intentar actuar y romper el silencio y enfocar la atención tanto al bloqueo como denunciar la brutalidad del régimen comunista de Pol Pot (de Netanyahu) y de traer socorro ante la crisis humanitaria.

Israel por su lado, va varios pasos más adelante que los activistas en la guerra legislativa y de palabras, al sostener que no hay crisis humanitaria en Gaza (ya que deja entrar el mínimo de bienes para que sus habitantes sobrevivan) y que por lo tanto la flotilla no era una misión de socorro sino una “provocación para deslegitimizar a Israel.” El ministro de relaciones exteriores, Danny Ayalon, describió la flotilla como “Una armada de odio y violencia de apoyo a la organización terrorista Hamas.” Israel ha reclamado el monopolio del espacio humanitario y de la entrega de ayuda humanitaria. Su política es la de “administrar” la crisis y por lo tanto, justifica su ataque “en defensa propia” a la flotilla alegando que la agenda escondida tanto de la ayuda humanitaria como de los activistas de los derechos humanos es apoyar a terroristas. De esta manera los ha situado como enemigos de Estado y reafirmado su política de administrar la situación humanitaria en Gaza. Además, Israel argumenta que Gaza es bloqueada tanto por Israel como por Egipto, aunque para evitar esta acusación lo primero que hizo Egipto después de los ataques fue abrir la frontera de Rafah. Así, el 31 de mayo de 2010 Israel defendió su derecho de bloquear a Gaza, denominarla “zona de guerra,” de seguir “administrando” su crisis humanitaria y de emplear el bloqueo y boicot de la economía de Gaza como arma de guerra .

La represión de trabajadores humanitarios y de derechos humanos no es nueva ni en Israel ni en el mundo; desde Copala, Oaxaca hasta Irak, Afganistán y Bosnia y ha sido efectuada por paramilitares, criminales y estados represivos. Esto plantea, por un lado, un problema complejo al trabajo humanitario y a los movimientos sociales y de resistencia a nivel discursivo, y tal vez hasta nivel constitutivo. Evidentemente Israel les ha conferido un nuevo estatus a las ONGs y a la solidaridad internacional, el de “amenaza estratégica” a la par que las armas nucleares iraníes o los cuetes Katiuska. Con la “Flotilla de la libertad,” el humanitarianismo encontró aquí su límite; en principio basado en la imparcialidad y en el compromiso ético con los ciudadanos que resultan víctimas de las guerras, con la “Flotilla de Gaza” se mostró evidentemente partidario, reduciendo el trabajo de solidaridad a la tarea de la contra-información mediática. Mientras tanto, opinionistas y medios pro-israelíes y en pro-de la flotilla se encuentran sumergidos en una guerra de palabras, de “hasbara,” ante la opinión internacional. Israel se encuentra sin embargo, actuando como siempre, sabiéndose impune ante su crímenes de guerra y siguiendo su estrategia de divorciarse de la comunidad internacional, ignorando su opinión, y de aislarse y escudarse detrás de Estados Unidos.

Por otro lado, los ataques a trabajadores humanitarios y activistas solidarios han hecho evidente que es necesario replantear la disidencia más allá del discurso humanitario ante la actual guerra civil de los Estados en contra de formas de vida que no tienen más que estar a la defensiva. Esta guerra ha borrado la distinción entre la existencia política y la vida desnuda, los ciudadanos y los militares, y es una guerra librada con la violencia del biopoder que administra la vida y las condiciones de vida. Si la tendencia al trabajo humanitario que surgió en los años setenta (específicamente en Francia), basado en una ética de responsabilidad ante la urgencia a actuar, más allá de la utopía, insertándose en la realidad, tal vez sea tiempo de invocar de nuevo las utopías. En este caso, la de realizar el potencial del encuentro de cuerpos afectados por la misma forma de vida que yo, realizando el potencial de la comunidad a partir del sentido en común. Determinando una comunidad a partir de una masa de cuerpos para terminar con la hostilidad que me aleja de mi propio poder: sería re-politizar.


POSTSTRIPT: En su ensayo para la edición impresa en inglés de julio de 2010 de "Le monde diplomatique," "NGOs are 'the enemy within," Eyal Weizman y Thomas Keenan argumentan que la violencia verbal y física ejercida por parte del Estado de Israel a la Flotilla de la Libertad es sintomático de una estrategia cuyas huellas datan de la operación “Plomo Fundido” en Gaza (2008-09). Ellos notan desde entonces, que la retórica de Netanyahu ha subido un poco y que es parte de una actitud más amplia que tiene el Estado de Israel hacia la ayuda humanitaria, las que abogan por los derechos humanos, las ONGs y las organizaciones en pro de la paz. La estrategia hacia éstas organizaciones parte de concebirlas como amenaza estratégica y como productos de enmarcarlas discursivamente como enemigos, y así justificar, por ejemplo, la violencia de los soldados hacia los tripulantes del Mavi marmara. Esta estrategia le sigue al Reporte Goldstone en el que Israel sintió que los grupos humanitarios y de paz se volvieron una fuerza efectiva dentro del conflicto, al hacerse más visibles e importantes. Israel ha estado tomando muy enserio a estos grupos como amenaza y por ejemplo, en un intento por deslegitimizarlo, ha acusado al grupo israelí B’Tselem de ser enemigo del estado. Según Weizman y Keenan, el control sobre las condiciones de la vida civil se ha convertido en una de las armas del conflicto: ya que es imposible para Israel suprimir los ataques de katiushkas provenientes del sur de Líbano y de Gaza, se han dado a la tarea a extraer dolor a los ciudadanos, causándoles miedo y devastación. El “daño colateral” es un término que en lingo militar significa un resultado no deseado e inevitable; sin embargo, Israel ha hecho que el “daño colateral” se convierta en un instrumento político efectivo; de este modo, la destrucción, las heridas, es el precio a pagar por apoyar organizaciones militares. Según Weizman, si a Israel se le quita la posibilidad de responder de esta manera a la resistencia Palestina, se le quita su última herramienta militar.

Para Weizman y Keenan, los ataques son el síntoma de que el gobierno israelí percibe a estos grupos como amenaza de estado, como “provocaciones con el propósito de deslegitimizar a Israel.” Dentro de este marco, el ataque a la flotilla obedece una lógica compleja que confirma en la práctica la definición de los activistas humanitarios y en pro de los derechos humanos como enemigos de estado y reafirma el intento del estado de administrar la situación humanitaria en Gaza como política de ocupación.
En noviembre de 2009, Netanyahu identifió tres amenazas a Israel: primero, la ‘nuclearización de Iran’, que ha ‘amenazado de borrar a Israel del mapa.’ Segundo, los ataques de ‘misiles y cohetes’ de organizaciones islamistas como Hamas y Hezbollah. Tercero, “el intento de negar a Israel el derecho de la auto-defensa, por ejemplo como el Reporte Goldstone,” lo que percibieron como un abuso políticamente motivado de la ley internacional humanitaria. El gobierno israelí se ha dado a la tarea de ejecutar un proyecto de “contra-deslegitimización” dirigido a organizaciones humanitarias. Dos decisiones legales recientes en Israel reflejan esta política: El voto mayoritario en el Knesset de pasar una ley quitándoles a los grupos que reciben fondos de gobiernos extranjeros (como casi todos los humanitarios y defensores de los derechos humanos) de su estatus de no pagar impuestos y por lo tanto, su habilidad para recaudar fondos en el extranjero. El ejército, por su lado, ha comenzado a confrontar a activistas extranjeros con renovado vigor: invadiendo pueblos palestinos para arrestar no a militantes o miembros de milicias, sino a activistas internacionales (miembros del Movimiento Internacional de Solidaridad). La designación de activistas y grupos de ayuda humanitaria como enemigos explica la operación militar que se ordenó en contra de la “Flotilla de la Libertad.” En este momento, cuestiones de humanitarianismo y derechos humanos han tomado un rol importante en el conflicto y por lo tanto el “espacio de batalla” se ha expandido para incluirlos discursiva y físicamente. La regulación de la ayuda humanitaria y la deslegitimización de las leyes internacionales de derechos humanos por parte de Israel y su utilización como instrumentos de poder del estado, sitúan al incidente del Mavi Marmara como el inicio de una batalla en contra de la ley y la ayuda humanitaria.


Una versión anterior de su ensayo, "The Third Strategic Threat," está disponible aquí: http://www.opendemocracy.net/thomas-keenan-eyal-weizman/israel-third-strategic-threat
y un podcast de "Le Monde diplomatique" con una entrevista con Weizman, está aquí: http://mondediplo.com/2010/07/07podcast

Follow Up: Artículo sobre un intento libanés fallido de romper el bloqueo ilegal a Gaza en Agosto 2010, http://counterpunch.com/amiri08272010.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario