DO NOT GIVE THE WHITE MAN THE RIGHT TO BELIEVE THAT ALL MEN AND WOMEN ARE BORN EQUAL. (No le confieras al hombre blanco el derecho a creer que cada hombre y cada mujer han nacido iguales)
Mahmoud Darwish, "Speech of the Red Indian" (1992)
SUICIDE AND SELF-DESTRUCTION
IS THE FIRST WAY THE SHITTED-ON START SHOWING ANGER AGAINST THE SHITTERS.
(El suicidio y la auto-destrucción
es la primera forma en la que los cagados empiezan a mostrar furia en contra de los cagadores).
Kathy Acker, "Algeria" (1984)
domingo, 23 de mayo de 2010
viernes, 14 de mayo de 2010
Anti-Capitalismo, Capitalismo y Dialéctica
Mark Fisher sobre el nuevo libro de Jameson, Valences of the Dialectic (Verso, 2009):
Frederic Jameson busca incitar un estilo de pensamiento del que pudieran extraerse potenciales utópicos de lo que parecen ser los fenómenos culturales más distopicos de nuestra época. Su idea de la ‘distopia como réplica”: implica revertir el sentido común de izquierda el cual considera que Wal-Mart es el un mal irremediable. El sombrío juicio de un CEO de Wal-Mart citado por Jameson diciendo que “Wal-Mart ha matado la libre emprendeduría en América” indica hacia cual dirección va Jameson: Que el anti-capitalismo puede venir de direcciones inesperadas. Para Jameson, la dialéctica es el interdicto de pensar a lo negativo y a lo positivo al mismo tiempo, en la unidad de un solo pensamiento, allí donde lo moralizante quiere tener el lujo de condenar a ese mal sin poder particularmente imaginar alguna alternativa. Bajo esta lógica, Wal-Mart crea la pobreza la cual sus precios bajos mejoran y hacen más llevadera. Es una operación famosa y racionalizada la cual satisface nuevos deseos usando modos innovadores de distribución
martes, 11 de mayo de 2010
Llamado a Elton John a alinearse con la campana de Boycott, Divestment Sanctions pro Palestina
Un poco cursi, pero esperemos efectivo
De John Greyson
De John Greyson
lunes, 10 de mayo de 2010
BRANDING AWRY: CALDERÓN HACIENDO (DE NUEVO) EL RIDÍCULO
Felipe Calderon vestido de chamula en mayo 2010
Felipe Calderon vestido de militar en 2007
En enero de 2007 Calderón apareció junto con su gabinete de seguridad en un acto oficial en una base militar vestido de “comandante supremo.” En su discurso le declaró la guerra al crimen organizado, les rindió tributo a soldados, marinos y policías y celebró las exitosas operaciones emprendidas contra el narcotráfico en Michoacán a un mes de haber tomado el poder. Aprovechó la ocasión para reiterar su disposición y empeño para imponer paz en el México amenazado por el crimen organizado en una larga lucha que costaría muchas vidas y dinero. Está de más mencionar que tres años y 24 mil muertos después, el fracaso y la futilidad de esta guerra son más que contundentes. En 2008 y este mayo del 2010 Calderón apareció en un acto oficial en Chiapas vestido con la indumentaria que cinco líderes indígenas le pusieron: el chuj de lana, el sombrero con listones de colores, pañuelo y morral de cuero. En esta ocasión agregó una plegaria a la parafernalia: “Dios de los chamulas, ilumínanos para gobernar, para trabajar siempre a favor de los más pobres.” En su discurso se declaró ser “amigo y hermano” de los indígenas y durante su visita a Chiapas, se la pasó contando anécdotas de familiares enfermos: “la tía Lucy se está curando” (de cáncer).
Al comparar estos eventos oficiales protagonizados por el presidente se nota la infiltración de la lógica corporativa de “branding” en la política (ya presente desde Vicente Fox, con sus botas y cinturón charros y su devoción por la Virgen de Guadalupe; hay que notar que los últimos presidentes también se han tomado la foto con los chamulas con el chuj puesto). En las dos instancias mencionadas, Calderón aparece como una burda imagen de marca haciendo transparente el brand de su gobierno: en el primer caso, la equivalencia entre poder político y poder militar (que evoca inevitablemente al fantasma de las dictaduras sudamericanas del siglo XX), el autoritarismo moralista y la imagen de la disuasión como violencia mítica. En el segundo caso, la imagen de marca de Calderón ejerce sobre-identificación con los indígenas, dirigiéndose a ellos como “amigo y hermano” cual ladino jugando a la diplomacia como si creyera en la democracia y hubiera una relación simétrica y ancestral entre el gobierno y los indígenas. Los comentarios privados sobre la salud de su familia muestran un líder accesible y humano buscando la empatía de sus gobernados. En este caso de Estado como imagen de marca, más allá de los viejos artilugios de la propaganda (que alimentaba los deseos colectivos de la clase media), se nos presenta una situación completamente distinta de lo que parece y que propone falsas alternativas políticas a problemas socio-económicos reales y urgentes. Por ejemplo, cambiar la libertad por la seguridad o las formas legítimas de ganarse la vida en nombre del desarrollo y progreso.
El aparato militar y de seguridad (subsidiado en parte por EU bajo el Plan Mérida) y la poca credibilidad en la efectividad de la estrategia para deshacerse del narcotráfico – cualquiera sabe que la frontera entre legalidad e ilegalidad en el intercambio, distribución producción y circulación de bienes es porosa por estar sujeta precisamente a los intereses de poder – hacen pensar que dicha estrategia sea en realidad el instrumento y la justificación para reforzar el aparato de represión y de desposesión del Estado en contra del pueblo. Por ejemplo, en la carretera de San Cristóbal al DF hay un retén militar aproximadamente cada 100 kms que claramente más que combatir el tráfico de armas y sustancias ilegales, afecta a civiles, provocando efecto de disuasión y miedo y efectuando control sobre la población.
La prueba de que las estrategias de la marca de “el México de Calderón” de militarización del país y de proclamar “amistad y hermandad” con los indígenas son instrumentos de desposesión, son los recientes actos de expropiación y destrucción por parte del gobierno del bien común y privado (entre otros muchos) en Jalisco, Guerrero y Chiapas. A principios de este año en Chiapas, 70 elementos de la policía entraron violentamente a la propiedad de la antropóloga Astrid Maribel Plato Durán y a cuatro otras aledañas destruyendo cinco cabañas, cercos, cimientos y caminos. Después de arrasar con los terrenos los policías limpiaron los escombros y proclamaron haber actuado en nombre del presidente municipal, quien tiene un predio que colinda con el de los afectados. Días después Mariano Díaz Ochoa declararía que el acto había sido un error. Un desalojo “pacífico” reciente fue el de dos predios en los que había asentamientos irregulares en la reserva de la Biosfera de los Montes Azules, supuestamente para salvaguardar el patrimonio ecológico de Chiapas. Para controlar la resistencia y desacuerdo en el campo Chiapaneco, el gobierno de Juan Sabines reparte dinero, amenaza y encarcela disidentes. Una considerable cantidad de comunidades se ha movilizado recientemente en contra de la construcción de la carretera San Cristóbal-Palenque. Amenazados de despojo y defendiéndos, son sujetos de persecución y asesinatos a manos de paramilitares y policías. Éstos casos no son sin precedentes ni únicos en los que se ejecutan acciones en vistas a la expropiación de terrenos o de comercialización de ejidos y reservas ecológicas para llevar a cabo proyectos (privados) rentables de desarrollo urbano, turismo o tecnología energética. Con antecedentes como San Salvador Atenco y la presa Picachos en Sinaloa, otras dos instancias son La Parota en Guerrero y El Zapotillo en Jalisco. Estos proyectos de construcción de represas se presentan como símbolos de desarrollo, energía limpia y alternativas frente a la crisis climática. Sin embargo, y de acuerdo con Silvia Ribeiro, nada de ello es verdad y los beneficiarios son un puñado de empresas transnacionales subsidiadas por el gobierno que con dichos proyectos van a controlar el agua, a hacer negocio con la construcción y generación de energía, mientras que despojan y destruyen a las comunidades privándoles de formas legítimas de ganarse la vida. Los despojos se explican con el actual movimiento neoliberal de acumulación primitiva a nivel mundial; en este caso y citando a Arundhati Roy: “Las represas son un medio seguro para desarraigar a los campesinos de su entorno y una manera descarada de quitarles a los pobres agua, tierra y recursos naturales para dárselos a los ricos.” Por otro lado, la tendencia intensificada de privatizar las funciones esenciales del gobierno hace que éste se haya transformado paulatinamente en una coraza hueca que sustenta una imagen de marca. Y la identidad de marca del México de Calderón es la esquizofrenia de la coexistencia de políticas progresivas con reaccionarias: la legislación de la unión de parejas gays y su derecho a la adopción y la penalización del aborto, la mano dura militarizada y el presentarse como “amigo” del pueblo y sujeto de empatía: haciendo que proliferen signos sin sustancia (como la parodia del “Bicentenario” patrocinada por el Estado). Se ha dicho ya que reconfigurar la acción política (si es que todavía es posible), implica ir más allá de rebelarse, tomar el poder o resistir (¿un retroceso?), estar a la defensiva del Estado, buscar la auto-organización y la sustentabilidad, darle la espalda al poder. También sería plantear nuevas formas de conceptualizar los nuevos problemas que encaramos, más allá de la negatividad de la crítica y la retórica del discurso, transmitiendo ideas nuevas con el silencio de la convicción.
Fuentes:
• La Jornada, 4 de enero de 2007, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2007/01/04/index.php?section=politica&article=003n1pol
• La Jornada, 8 de mayo de 2010, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2010/05/08/index.php?section=politica&article=005n1pol
• Luis Hernández Navarro, “La magia del chuj” La Jornada 11 de mayo de 2010, disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2010/05/11/index.php?section=opinion&article=019a2pol
• Revista Jovel No.43, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México (Febrero 2010)
• Naomi Klein, No Logo y and political culture, The Guardian, 16 de enero de 2010 disponible en red: http://www.guardian.co.uk/books/2010/jan/16/naomi-klein-branding-obama-america
• Silvia Ribeiro, “Mitos y engaños de las grandes represas,” La Jornada, 8 de mayo de 2010 disponible en red: http://www.jornada.unam.mx/2010/05/08/index.php?section=opinion&article=021a1eco
martes, 4 de mayo de 2010
PARÁBOLA DE LOS DEVENIRES Y DESENCUENTROS CONTEMPORÁNEOS: (IMAGEN DEL PRESENTE) Y DESAPARICION (DOMESTICACION) DE LA EXCEPCIÓN
“También soy alguien distinto de quien me imagino que soy.”
(Simone Weil)
Una lezgirl punk tatuada como MS (Mara Salvatrucha), borracha como Charles Bukowski y marginal à la Jean Genet estaba en un bar en el inframundo ahogando la depresión porque no una chava bonita (Lipstick lez) no le hacía caso. Ganaba bien como productora de cine y pudo contratar a una prostituta para que pasara con ella la noche. Se la pasaron hasta mucho después de la madrugada bebiendo litros y litros de cerveza, hablando de la crisis de identidad de Lezgirl punk. Lezgirl punk nunca había podido encajar en ningún lado; en la escuela era la rara, en su familia que era mestiza de distintas gradaciones ella era la que tenía la piel más oscura y como no era güera ni ama de casa como sus hermanas o su madre, se sentía ajena a ellas. Identificarse con su padre también se le hacía complicado; estaba dedicado a su segunda esposa y al estudio; fue simpatizante comunista y por ello pasaron unos años en exilio durante los tiempos más crudos de la guerra. Atrapada entre el conservadurismo social hegemónico y la contra-corriente roja simpatizante con el pueblo (declarada obsoleta y diagnosticada con depresión), Lezgirl punk pertenecía a una generación que creció despolitizada y sumergida en las delicias y maldiciones del consumismo, incluyendo el perpetuo estado de ser deseante y el alternativismo para consumir (desde el new age hasta el altermundialismo y el consumo ‘ético’). Lezgirl punk pasó varios años de su vida estudiando cine y haciendo cine de género queer en una ciudad progresiva en un país liberal en el que el estilo de vida alternativo inspirado en las preferencias sexuales eran más la regla que la excepción. En ese país había programas de integración y de apoyo a los homosexuales, haciendo posible una existencia que era parte de la sociedad. Dicho estilo de vida fue posible gracias a los logros de los movimientos de emancipación y visibilidad de los grupos marginados (homosexuales, trabajadores, emigrantes, madres solteras, desempleados) en los años sesentas y setentas, de luchas políticas en nombre de la visibilidad. Estas luchas fueron ilustradas para el gran público en la película Milk, que cuenta la historia de Harvey Milk, un activista de derechos gays luchando en contra de la discriminación y la persecución de los homosexuales y en pro de sus derechos (que le costó la vida). En muchos países, las generaciones siguientes de gays gozaron de los beneficios de estas luchas y pudieron liberarse (relativamente) del ostracismo social y de la discriminación, habiendo hecho un blackout en la conciencia colectiva de la comunidad tanto de las luchas de hace cuarenta años como de la epidemia de SIDA y sus implicaciones. Un ejemplo extraño es la reciente legislación del matrimonio gay en México; apoyar la visibilidad de los homosexuales se ha convertido en un gesto político progresivo que sin embargo en este caso es superficial, ya que refleja inconsistencia o esquizofrenia en cuanto a políticas “progresivas”: por un lado comenzó a penalizarse el aborto y por otro, a celebrarse matrimonios gays y a legislar la adopción de dichos matrimonios ¿Será cosa de equilibrio demográfico y de redistribución de la vida? Para muchos significó una victoria más de varios años de lucha por reconocimiento y visibilidad (que lo es). No obstante, faltando labor social y pedagógica ¿Cómo se hará posible que la homosexualidad sea aceptada como parte del tejido social mexicano mas allá de caricaturas estereotipizadas en las telenovelas?
Para Lezgirl punk, regresar a su país (una colonia gobernada por una oligarquía corrupta, racista y predominantemente católica) existir en paralelo a los ideales del conservadurismo social hegemónico implicaba la necesidad de agruparse en una tribu de otras almas extravagantes como ella con los mismos gustos sexuales, musicales, cinéfilos y de moda, con experiencias de vida similares. A pesar de compartir ciertas afinidades, Lezgirl punk seguía sin encajar. “¿Crees que soy anormal, rara, que estoy loca?” le preguntaba Lezgirl punk a la prostituta mientras le daba un trago a su cuarto tarro de cerveza. La prostituta le contestaba que sí, que lo que nomás le faltaba era un buen hombre que la quisiera mucho y que la aceptara tal y como era. “¿Pero tú crees que mi apariencia, mi estilo de vida salieron de la nada, de un día para otro? ¡No! Son años de trabajo, de inversión, de viajes, de experiencias de vida; así paré en el underground, yo escogí y construí esta vida porque en la normativa heterosexual no había lugar para mí.” Cada vez que Lezgirl punk visitaba un bar del inframundo se sorprendía porque allí, más que entre su familia conservadora, sus ex compañeros de estudio, su tribu adoptada, se sentía rechazada. Experimentaba la paradoja de tener un profundo sentimiento de pertenencia al inframundo que ningún otro milieu social le proporcionaba y al mismo tiempo ser rechazada por sus habitantes. No era cosa de que la juzgaran y hasta le ofrecían un poco de condescendencia y simpatía, pero nada más. Ello contribuía a perpetuar su crisis identitaria, la cual apaciguaba un poco con cada nuevo tatuaje o piercing. Si las marcas corporales indicaban antguamente pertenencia a una tribu determinada y rango social, ahora implican la individualidad radical, la no-pertenencia; las marcas corporales sirven como distintivo de entre la masa. Y este cultivo de la apariencia, que va de la mano del ego, utilizando mercancías materiales e inmateriales, es un indicador de que hoy prevalece la estética sobre la política: no la estetización de la política, sino la estetización de las formas de vida privadas en detrimento de la política. Y el encuentro de Lezgirl punk con la prostituta plantea la actual incompatibilidad fundamental entre el underground y el inframundo, la vida ‘alternativa’ y la vida desnuda, los underclass y los consumidores de marginalia. Es decir, hoy existe una amplia gama de estilos de vida y de experiencias elegibles y entre ellos está la marginalia por procuración provista por la industria de la cultura. Los años sesentas y hasta los setentas fueron la cúspide del encuentro entre lo creativo y lo marginal: Jack Smith, Charles Bukowski, Patty Smith, obviamente Jean Genet y bordeando ya en el cliché ya estaba Nan Goldin (entre muchos más). Detrás de esa tendencia de ese entonces había una política de colocarse al margen de la normatividad social como gesto de emancipación, que fue teorizado por Deleuze y Guattari como un devenir que pertenece a un dominio distinto al del poder y la dominación, una variación continua en un devenir minoritario de todo el mundo en vez de mayoritario. Para Deleuze y Guattari, devenir minoritario se convierte en una figura universal de autonomía y se localiza en la conjugación, conexión y reinvención de lenguajes y sus elementos minoritarios.
Sin embargo, tanto el devenir-minoritario como la antigua concepción de alteridad (el marginal, el extranjero, el criminal, la mujer, el colonizado, en fin, todo lo que diverge de la normatividad del hombre blanco) como sitios de acción radical fueron domesticados progresivamente por la industria de la cultura. El devenir-minoritario de Deleuze y Guattari se convirtió en un cliché; dos ejemplos son la exposición “Todos somos extranjeros” (en tupí, la lengua de los nativos del área), curada por Mario Pedrosa en el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo (2009) –sin mencionar la incorrección política de la celebración neoliberal del concepto de la exposición, o el devenir nativo del personaje de Jack Sully en Avatar colocándose en contra de las formas ‘mayoritarias’ de poder.
A la inclusión de la excepción a la normatividad (o normativización de la otredad), contribuye el discurso de la democracia y es en esa inclusión de la excepción que, según Alain Badiou, se encuentra lo real del poder: la imagen que desaparece (de la minoría) por lo que justamente hace visible (en su devenir-norma). Para Badiou, la palabra “democracia” crea una falsa imagen de poder, un poder desnudo sin imagen que con su valorización de la excepción, el desacuerdo y la otredad, incorporaron al mercado y a la opinión los gustos y costumbres del “Otro.” La consecuencia ha sido la elisión de la otredad y eso es lo que invisiblemente le da garantía al poder. La palabra “democracia” juega un papel pacificador que es incompatible con la posibilidad de auto-organización directa del pueblo. Cito a Badiou: “Como el policía que espera el deseo de todos cuando aparezca como un sexo erguido.”
Si podría llamárseles tribus a aquellos que comparten deseos, gustos, formas de pensar, entonces la labor política sería todavía levantarse en contra de su propia tribu reclamando el derecho a la intolerancia y a la opacidad. La ética, pensando en la excursión de Lezgirl punk al inframundo, y citando a Peter Pal Pel Bart que lo explica en términos de “extensión-intensidad,” sería pensar en la composición entre relaciones y poderes e investigar si dichas relaciones podrían reinventarse para formar una relación más “extendida,” o si los poderes al conjugarse constituirían una potencia mas “intensa.” La ética-etológica de Pel Bart (deleuzeana) es el pasaje de lo común a la comunidad, conservando y respetando las relaciones de los mundos propios y de los de otros.
Referencias
• Peter Pal Pelbart, Filosofía de la deserción, nihilismo, locura y comunidad (Buenos Aires: Tinta Limón, 2009).
• Alain Badiou, “Esbozo para un primer manifiesto del afirmacionismo,” El balcón del presente, México, Siglo XXI, 46-48.
• Gilles Deleuze y Felix Guattari, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia, trad. Brian Massoumi (Minneapolis: The University of Minnesota Press, 2003).
(Simone Weil)
Una lezgirl punk tatuada como MS (Mara Salvatrucha), borracha como Charles Bukowski y marginal à la Jean Genet estaba en un bar en el inframundo ahogando la depresión porque no una chava bonita (Lipstick lez) no le hacía caso. Ganaba bien como productora de cine y pudo contratar a una prostituta para que pasara con ella la noche. Se la pasaron hasta mucho después de la madrugada bebiendo litros y litros de cerveza, hablando de la crisis de identidad de Lezgirl punk. Lezgirl punk nunca había podido encajar en ningún lado; en la escuela era la rara, en su familia que era mestiza de distintas gradaciones ella era la que tenía la piel más oscura y como no era güera ni ama de casa como sus hermanas o su madre, se sentía ajena a ellas. Identificarse con su padre también se le hacía complicado; estaba dedicado a su segunda esposa y al estudio; fue simpatizante comunista y por ello pasaron unos años en exilio durante los tiempos más crudos de la guerra. Atrapada entre el conservadurismo social hegemónico y la contra-corriente roja simpatizante con el pueblo (declarada obsoleta y diagnosticada con depresión), Lezgirl punk pertenecía a una generación que creció despolitizada y sumergida en las delicias y maldiciones del consumismo, incluyendo el perpetuo estado de ser deseante y el alternativismo para consumir (desde el new age hasta el altermundialismo y el consumo ‘ético’). Lezgirl punk pasó varios años de su vida estudiando cine y haciendo cine de género queer en una ciudad progresiva en un país liberal en el que el estilo de vida alternativo inspirado en las preferencias sexuales eran más la regla que la excepción. En ese país había programas de integración y de apoyo a los homosexuales, haciendo posible una existencia que era parte de la sociedad. Dicho estilo de vida fue posible gracias a los logros de los movimientos de emancipación y visibilidad de los grupos marginados (homosexuales, trabajadores, emigrantes, madres solteras, desempleados) en los años sesentas y setentas, de luchas políticas en nombre de la visibilidad. Estas luchas fueron ilustradas para el gran público en la película Milk, que cuenta la historia de Harvey Milk, un activista de derechos gays luchando en contra de la discriminación y la persecución de los homosexuales y en pro de sus derechos (que le costó la vida). En muchos países, las generaciones siguientes de gays gozaron de los beneficios de estas luchas y pudieron liberarse (relativamente) del ostracismo social y de la discriminación, habiendo hecho un blackout en la conciencia colectiva de la comunidad tanto de las luchas de hace cuarenta años como de la epidemia de SIDA y sus implicaciones. Un ejemplo extraño es la reciente legislación del matrimonio gay en México; apoyar la visibilidad de los homosexuales se ha convertido en un gesto político progresivo que sin embargo en este caso es superficial, ya que refleja inconsistencia o esquizofrenia en cuanto a políticas “progresivas”: por un lado comenzó a penalizarse el aborto y por otro, a celebrarse matrimonios gays y a legislar la adopción de dichos matrimonios ¿Será cosa de equilibrio demográfico y de redistribución de la vida? Para muchos significó una victoria más de varios años de lucha por reconocimiento y visibilidad (que lo es). No obstante, faltando labor social y pedagógica ¿Cómo se hará posible que la homosexualidad sea aceptada como parte del tejido social mexicano mas allá de caricaturas estereotipizadas en las telenovelas?
Para Lezgirl punk, regresar a su país (una colonia gobernada por una oligarquía corrupta, racista y predominantemente católica) existir en paralelo a los ideales del conservadurismo social hegemónico implicaba la necesidad de agruparse en una tribu de otras almas extravagantes como ella con los mismos gustos sexuales, musicales, cinéfilos y de moda, con experiencias de vida similares. A pesar de compartir ciertas afinidades, Lezgirl punk seguía sin encajar. “¿Crees que soy anormal, rara, que estoy loca?” le preguntaba Lezgirl punk a la prostituta mientras le daba un trago a su cuarto tarro de cerveza. La prostituta le contestaba que sí, que lo que nomás le faltaba era un buen hombre que la quisiera mucho y que la aceptara tal y como era. “¿Pero tú crees que mi apariencia, mi estilo de vida salieron de la nada, de un día para otro? ¡No! Son años de trabajo, de inversión, de viajes, de experiencias de vida; así paré en el underground, yo escogí y construí esta vida porque en la normativa heterosexual no había lugar para mí.” Cada vez que Lezgirl punk visitaba un bar del inframundo se sorprendía porque allí, más que entre su familia conservadora, sus ex compañeros de estudio, su tribu adoptada, se sentía rechazada. Experimentaba la paradoja de tener un profundo sentimiento de pertenencia al inframundo que ningún otro milieu social le proporcionaba y al mismo tiempo ser rechazada por sus habitantes. No era cosa de que la juzgaran y hasta le ofrecían un poco de condescendencia y simpatía, pero nada más. Ello contribuía a perpetuar su crisis identitaria, la cual apaciguaba un poco con cada nuevo tatuaje o piercing. Si las marcas corporales indicaban antguamente pertenencia a una tribu determinada y rango social, ahora implican la individualidad radical, la no-pertenencia; las marcas corporales sirven como distintivo de entre la masa. Y este cultivo de la apariencia, que va de la mano del ego, utilizando mercancías materiales e inmateriales, es un indicador de que hoy prevalece la estética sobre la política: no la estetización de la política, sino la estetización de las formas de vida privadas en detrimento de la política. Y el encuentro de Lezgirl punk con la prostituta plantea la actual incompatibilidad fundamental entre el underground y el inframundo, la vida ‘alternativa’ y la vida desnuda, los underclass y los consumidores de marginalia. Es decir, hoy existe una amplia gama de estilos de vida y de experiencias elegibles y entre ellos está la marginalia por procuración provista por la industria de la cultura. Los años sesentas y hasta los setentas fueron la cúspide del encuentro entre lo creativo y lo marginal: Jack Smith, Charles Bukowski, Patty Smith, obviamente Jean Genet y bordeando ya en el cliché ya estaba Nan Goldin (entre muchos más). Detrás de esa tendencia de ese entonces había una política de colocarse al margen de la normatividad social como gesto de emancipación, que fue teorizado por Deleuze y Guattari como un devenir que pertenece a un dominio distinto al del poder y la dominación, una variación continua en un devenir minoritario de todo el mundo en vez de mayoritario. Para Deleuze y Guattari, devenir minoritario se convierte en una figura universal de autonomía y se localiza en la conjugación, conexión y reinvención de lenguajes y sus elementos minoritarios.
Sin embargo, tanto el devenir-minoritario como la antigua concepción de alteridad (el marginal, el extranjero, el criminal, la mujer, el colonizado, en fin, todo lo que diverge de la normatividad del hombre blanco) como sitios de acción radical fueron domesticados progresivamente por la industria de la cultura. El devenir-minoritario de Deleuze y Guattari se convirtió en un cliché; dos ejemplos son la exposición “Todos somos extranjeros” (en tupí, la lengua de los nativos del área), curada por Mario Pedrosa en el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo (2009) –sin mencionar la incorrección política de la celebración neoliberal del concepto de la exposición, o el devenir nativo del personaje de Jack Sully en Avatar colocándose en contra de las formas ‘mayoritarias’ de poder.
A la inclusión de la excepción a la normatividad (o normativización de la otredad), contribuye el discurso de la democracia y es en esa inclusión de la excepción que, según Alain Badiou, se encuentra lo real del poder: la imagen que desaparece (de la minoría) por lo que justamente hace visible (en su devenir-norma). Para Badiou, la palabra “democracia” crea una falsa imagen de poder, un poder desnudo sin imagen que con su valorización de la excepción, el desacuerdo y la otredad, incorporaron al mercado y a la opinión los gustos y costumbres del “Otro.” La consecuencia ha sido la elisión de la otredad y eso es lo que invisiblemente le da garantía al poder. La palabra “democracia” juega un papel pacificador que es incompatible con la posibilidad de auto-organización directa del pueblo. Cito a Badiou: “Como el policía que espera el deseo de todos cuando aparezca como un sexo erguido.”
Si podría llamárseles tribus a aquellos que comparten deseos, gustos, formas de pensar, entonces la labor política sería todavía levantarse en contra de su propia tribu reclamando el derecho a la intolerancia y a la opacidad. La ética, pensando en la excursión de Lezgirl punk al inframundo, y citando a Peter Pal Pel Bart que lo explica en términos de “extensión-intensidad,” sería pensar en la composición entre relaciones y poderes e investigar si dichas relaciones podrían reinventarse para formar una relación más “extendida,” o si los poderes al conjugarse constituirían una potencia mas “intensa.” La ética-etológica de Pel Bart (deleuzeana) es el pasaje de lo común a la comunidad, conservando y respetando las relaciones de los mundos propios y de los de otros.
Referencias
• Peter Pal Pelbart, Filosofía de la deserción, nihilismo, locura y comunidad (Buenos Aires: Tinta Limón, 2009).
• Alain Badiou, “Esbozo para un primer manifiesto del afirmacionismo,” El balcón del presente, México, Siglo XXI, 46-48.
• Gilles Deleuze y Felix Guattari, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia, trad. Brian Massoumi (Minneapolis: The University of Minnesota Press, 2003).
domingo, 2 de mayo de 2010
¿Fundamentalismo, terrorismo, autocensura o…?
“Si te metes como artista con la cuestión palestina te compraste un pasaporte para salir del mundo del arte.” (Santiago Sierra citado por su esposa citado por alguien más que le contó al CIJ)
“Si te infectas de Palestina te rechazarán el mundo del arte y la academia.” (Coco Fusco citada por alguien que le contó al CIJ)
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