La crítica cultural del capital tendrá que renovarse o quedar reducida a mero dispositivo de la legitimación metatextual de los diferentes productos culturales. Si la crítica profesional quiere ser algo más que pura marketing, tendrá que recuperar la pasión, la parcialidad y la política que siempre le caracterizaron. Por el momento los mayores avances en este sentido se han dado por la parte organizativa y no por la parte teórica. El marco teórico de referencia sigue siendo el mismo desde hace tres décadas (postestructuralismo, psicoanálisis y semiótica). Me preguntas por el status de la cultura de masas y te respondo: creo que el debate sigue paralizado en los términos en los que Adorno y Benjamin formularon el problema allá por los años ’30. Para Adorno estamos ante la consumación del fetichismo de la mercancía, la alienación del espíritu objetivo y la recaída de la Ilustración en Barbarie. Para Benjamin hay una oportunidad oculta en la técnica del sampleado que pone en marcha la cultura de masas (abre las puertas a la iluminación profana y posibilita que el uso crítico de los materiales heredados). Como tantos otros debates de la crítica actual, estamos ante un debate clausurado al que sólo se pueden añadir alguna que otra apostilla. Me parece más interesante analizar la relación que ha establecido la crítica con el público y las instituciones en los últimos años. El balance no es totalmente positivo. Por un lado, tenemos a una buena parte de la crítica de arte cuyo discurso ha ganado en riqueza intelectual lo que ha perdido de inteligibilidad y cuyo filón polémico ha quedado absorbido por los circuitos de compra-venta. Por otro lado, vemos como cada vez más críticos profesionales se están desvinculando de los medios de comunicación mayoritarios y están articulando nuevos espacios de debate en proximidad a los movimientos de base. Veo con buenos ojos la expansión del campo de batalla a los blogs y la colonización de la vida cotidiana a través de las redes sociales. Dentro y fuera de Internet se están creando las condiciones que permitirán que cada vez más gente pueda acceder a la labor de la crítica. Creo firmemente que la crítica del presente debe concebirse como una tarea de la ciudadanía y no como el negocio de una casta sacerdotal de intelectuales, pero me parece esencial que el crítico recupere su dimensión de figura pública interviniendo en debates que trascienden su especialidad. A medio camino entre la crítica en revistas y suplementos, la gestión cultural de instituciones y la militancia en una asociación política, hay un campo muy fértil en el que tenemos que trabajar por una crítica colectiva, participativa y de todos. Más allá de la redacción de artículos y libros hay un mundo por explorar, especialmente en la organización de encuentros colectivos (congresos, coloquios, actos de insurgencia civil) y en la creación de servicios alternativos de publicaciones. Tenemos referentes consolidados en Francia e Italia con Tiqqun y Wu Ming. Me interesan especialmente estos últimos por su estilo desenfadado y su trayectoria política. En España, Traficantes de sueños, YProductions y el Observatorio Metropolitano son otros modelos a tener en cuenta. La crítica siempre ha querido cumplir de un modo inconsciente el papel del intelectual orgánico gramsciano -describir, señalar y movilizar-, es el momento de que nos hagamos conscientes del papel que la crítica juega en nuestra sociedad. ¿Cómo? Dejando el ordenador y bajando a la calle.
Entrevista con Ernesto Castro, Agosto 2011, disponible en: http://ibrahim-berlin.blogspot.com/2011/08/el-giro-economico-entrevista-ernesto.html